Mohamed VI cumple 20 años en el trono de Marruecos. Y el primer balance es compartido por unanimidad: el Rey ha conducido al país hacia un inédito despegue económico.

La acelerada modernización es palpable en las nuevas infraestructuras, la remodelación de los aeropuertos, el levantamiento del complejo portuario Tánger Med al norte del país y la guinda, por supuesto, la puesta en marcha del tren de alta velocidad, Al Boraq, que une la ciudad norteña de Tánger con la capital rabatí en una escasa hora y quince minutos.

Pero, en absoluto, hay solo logros en las dos décadas de mandato del monarca porque la economía ha podido florecer, sí, pero solo para unos pocos. La desigualdad es la gran tarea pendiente del país.

Sólo hay que echar un ojo al parque de coches en las calles del reino para comprobar el aumento del poder adquisitivo de las familias de una floreciente clase media. Lo que parecía una mera ilusión hace veinte años, cuando el monarca comenzaba tímidamente su andadura, se ha hecho realidad y entre la élite y los parias se han instalado nuevas clases.

«Nuestra economía es mucho más competitiva gracias a la inversión internacional en sectores del turismo, textil, agricultura, construcción, energías renovables. Es un país en marcha. Hay pocos países que han registrado tantos cambios en 20 años», señala el periodista marroquí, Sadi Jdid, quien puso especial acento en el sector de la automoción. Marruecos prevé producir cerca de un millón de vehículos al año con la implantación de tres fábricas en el 2021 -Renault, Grupo PSA y la china BYD-.

El cambio de Marruecos es tal que al entonces joven monarca a quien se le llamaba «El Rey de los pobres» hoy se ha convertido en un líder empresarial que ha acumulado una de las mayores fortunas del planeta, más de 2.000 millones de euros, según varios periódicos económicos.

LIMPIEZA DE IMAGEN / Mohamed VI ha conseguido cambiar la imagen sombría heredada de su padre, Hassan II, a quien se atribuyen los expedientes más crueles de las violaciones de derechos humanos cometidos contra la oposición política. Un régimen autoritario y represor que ya es parte del pasado. Eso sí, el actual monarca sigue enfrentando desafíos mayores, como las movilizaciones populares en varios puntos del país que piden cambios sociales y económicos. La región del Rif, al norte de Marruecos, vivió una de las mayores sublevaciones populares desde que el monarca llegó al trono con 35 años en 1999.

ACTIVISTAS PRESOS / La crisis se resolvió con activistas en prisión -salvo los cabecillas, la mayoría fueron indultados-, revisiones de los contratos destinados a la promoción del desarrollo de esta región y aisladas dimisiones de líderes políticos por mala gobernanza.

En el plano social, pero, el suspenso es mayúsculo. El Índice de Desarrollo Humano establecido por la ONU (que evalúa, entre otros factores, los ingresos per cápita, la sanidad y la educación), colocaba a Marruecos hace 20 años en el puesto 125. No ha progresado mucho. El año pasado se encontraba en el 123. Y, según el último informe de la oenegé Oxfam, «Marruecos es el país más desigual del norte de África».

Las riquezas se concentran entre las principales arterias del país en detrimento de las zonas periféricas donde no llega la inversión, el desarrollo ni, por supuesto, el empleo. De hecho, el país cuenta con un problema mayor de absorción de mano de obra cualificada. Son más de 200.000 jóvenes los que cada año aterrizan en el mercado laboral dándose de bruces con la falta de trabajo.

Las cifras hablan de una tasa de desempleo que gira alrededor del 10% de la población activa. Los que disponen de recursos no se lo piensan dos veces y se suman a la diáspora internacional. Son los cerebros añorados por Marruecos. Y los que no cuentan con medios, se resignan trabajos precarios en el país.

RUMBO A EUROPA / La ausencia de horizontes prometedores para la población joven marroquí ha resucitado la vía clandestina y el embarque con rumbo a distintos puntos de Europa. Paradójicamente, al mismo tiempo que se reavivan los flujos migratorios nacionales fuera de las fronteras marroquís, especialmente de los menores, aumentan los migrantes del África Occidental que ven en el país magrebí una salida profesional.

Tanto es así que Marruecos dio un giro a su política migratoria ofreciendo papeles a miles de africanos de la vecindad. Esta estrategia de acercamiento a los socios africanos terminó sentando a Marruecos en la silla de la Unión Africana (UA), que quedó vacía en 1984 cuando el Rey Hassan II la abandonó por el problema territorial con Argelia.

«La política real hacia África se ha materializado con 50 visitas a 32 países del continente. El resultado son más de mil acuerdos de asociación», declara Mohamed Bouden, analista político marroquí.

La estrategia exterior de Marruecos comenzó con las regularizaciones masivas de migrantes subsaharianos, pero continuó con una floreciente diplomacia económica y religiosa extendida por el continente, donde se le conoce como el «Rey de los africanos». Su proyección como adalid del islam moderado le ha aupado al rol de actor mediador y muro de contención del radicalismo religioso.