“¿Cómo me veo?”, le preguntó Max Andrés Romero a su tío antes de salir a la calle y sumarse a la marcha “Somos la voz de los presos políticos”. Ismael Reyes lo observó con detenido orgullo. Le acomodó la pañoleta azul y blanco en el cuello y le pidió que se cuidara. Romero atravesaba la calle del Tamarindo, en Managua, en medio de los cánticos de los manifestantes contra el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, cuando recibió una bala en el pecho que lo mató. Tenía 16 años y cursaba el cuarto año de la escuela secundaria en el Instituto Público Rubén Darío. Ismael, el tío que lo había despedido en la puerta de la casa, dijo que la única arma que tenía el sobrino era una botella de agua y la pañoleta azul y blanca. Estaba siguiendo la marcha frente a la televisión cuando, de pronto, vio a las imágenes de Max con el pecho abierto y sangrando. “Grité: ¡Es Andrés! y corrí a avisarle a mi hermana. Fuimos al lugar y nos dijeron que lo trasladaron al hospital Alemán y aquí estamos ahora esperando nos entreguen su cuerpo”.

La Policía Nacional, que dirige Francisco Díaz, consuegro del presidente Ortega, dijo que el adolescente perdió la vida “como consecuencia del fuego cruzado que ellos mismos provocaron”. Agregó que realizan las investigaciones para determinar las responsabilidades de quienes convocaron “esta marcha violenta y terrorista, así como a los autores de estos actos criminales que responden a la fallida estrategia golpista”.

La versión estatal de los hechos fue rechazada por los que se encontraban en el lugar y que le dijeron al diario opositor La Prensa que “fueron paramilitares que andaban con el rostro cubierto y viajaban en moto”. Para una de las tías de Romero, su “pecado era la juventud y andar con la bandera de Nicaragua”. “La información recibida indica que la marcha habría sido atacada, incluso con disparos, por policía y elementos armados progubernamentales”, indicó por su parte la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (Acnudh). “Ese tipo de ataques en contra de las protestas se han observado repetidamente en las últimas semanas”.

LA ADVERTENCIA DE ORTEGA

Los organizadores de la manifestación informaron también que resultaron heridas al menos cuatro personas, entre eññps el periodista Wiston Postome, quien recibió un disparo en un brazo. El desenlace violento se palpaba en el aire de Managua. El pasado sábado, Ortega había responsabilizado a sus antiguos aliados, los grandes empresarios, de jugar al “terrorismo económico”. Durante un acto realizado por el sandinismo oficial en su apoyo, le advirtió a la patronal sobre las consecuencias de convocar a una nueva huelga. “La próxima vez vamos a mandar a la Policía para que mantengan las puertas abiertas y que eso les dé la seguridad que nadie les va quemar el negocio”.

El Gobierno, aseguró el presidente, todavía puede endurecerse más frente a la oposición. “No nos sigan provocando. No podemos permitir que se sigan cometiendo este tipo de crímenes, secuestrando y asesinando a compañeros solo porque andan con un carné del Frente Sandinista”. Ortega descartó en ese sentido que exista margen para convocar a una nueva mesa de diálogo con sus adversarios. Las conversaciones no pueden tener lugar con la Alianza Cívica sino “de familia a familia, en la comarca, en el barrio”.

Carlos Chamorro se preguntó en su columna semanal de Confidencial si Ortega se encuentra en condiciones políticas de llegar a 2021, el año en que vence su mandato. Esa posibilidad, señaló, “representa un escenario cada vez menos viable”. Para Chamorro, la salida a la “crisis de desgobierno” se debate entre dos posibles escenarios: “Ortega se mantiene en el poder a punta de represión y tres años consecutivos de recesión económica dejando un país colapsado, o antes de 2021 se producen nuevos estallidos de protesta cívica, vinculados a la crisis política y al descalabro causado por la crisis económica y social, que desembocarían en negociaciones, reformas y elecciones anticipadas”.