Antes que nada, un poco de sinceridad: no estoy dando una en las primarias demócratas. En mi descargo diré que no soy el único. Vi en Beto O’Rourke la esperanza kennediana que iba a revolucionar la carrera y provocar una movilización similar a la que llevó a Barack Obama a la Casa Blanca. Me equivoqué. Dejó las primarias antes de que empezaran. No logró trasladar al resto del país su excelente campaña en Tejas, donde estuvo cerca de arrebatar el escaño al senador Ted Cruz, un peso del Partido Republicano. Entonces fue capaz de movilizar el voto de los suburbios y el de las mujeres, que serán esenciales para echar a Donald Trump.

Kamala Harris era una candidata con predicamento en el voto afroamericano y latino en California. Era, junto a la progresista Elisabeth Warren, la gran opción para romper el techo de cristal. Harris abandonó el 3 de diciembre. Ya no me atrevo a predecir que podría ser la candidata a la vicepresidencia con Joe Biden. A Biden lo di por muerto y garanticé su funeral en el supermartes, y resulta que ahora es el más vivo de todos. También debo decir que antes de su victoria en Carolina del Sur, él tampoco se veía muy ganador.

En julio aprendí a pronunciar Pete Buttigieg y dije que podría ser la sorpresa, un político joven, rompedor y sin ataduras en Washington. Lo hizo muy bien en Iowa y Nuevo Hampshire, pero su falta de apoyos entre los afroamericanos y los latinos le dejó tocado en Nevada y lo remató en Carolina del Sur. Su aportación esencial: normalizar que un gay casado puede ser candidato a la presidencia. Peor aún The New York Times, que apostó por Amy Klobuchar y Warren, otras buenas opciones para ser la número dos del ticket que se enfrente a Trump-Pence.

Hombre a batir

Tras Nevada, descarté a Biden y vi en Sanders el hombre a batir. Pasado el supermartes, el exvicepresidente de Obama parece el más fuerte. La carrera ha quedado en un asunto de dos. Sanders, que representa el ala izquierda y tiene gran ascendencia sobre los jóvenes, promete una revolución; Biden, que es el candidato del establishment, ofrece ganar las elecciones. Las retiradas de Buttigieg y Klobuchar antes de las votaciones del martes, y su apoyo público a Biden, eran la respuesta a una llamada a la disciplina por parte del partido. El objetivo era concentrar el voto centrista y moderado en el exvicepresidente.

El problema de Sanders es que no logra ampliar su base, y que tiene en contra a la mayoría de los grandes medios. Biden ha logrado buenos resultados en todos los segmentos de población: afroamericanos, trabajadores de cuello azul y blanco, mujeres y los latinos de Tejas, más conservadores que los de California, que apostaron por Sanders.

Las largas colas para votar, sobre todo en Tejas, no se deben a una movilización repentina de votantes, sino a que las autoridades republicanas de este Estado han cerrado varios centros de inscripción y votación. El objetivo es que haya mucha abstención entre las minorías. Es un caso que se repite en Georgia y Florida, sobre todo.

También he tenido mis aciertos: nunca di un céntimo por Mike Bloomberg que se ha gastado millones de dólares en publicidad. Le ha salido a 100 dólares el voto. La buena noticia es que su descalabro significa que todavía no es posible comprarse la nominación a la presidencia. Es un aviso para otros, como Jeff Bezos, el dueño de Amazon y de The Washington Post.

Inclinar la balanza

La pesadilla es una convención abierta en Milwaukee, que ningún candidato logre los 1.991 delegados que garantizan la elección en la primera votación. Si nadie los logra, y en ese camino estamos, entrarían en una segunda votación los 775 súperdelegados, cargos del partido no elegidos en el proceso de primarias. Serán los que inclinen la balanza. Una convención abierta puede terminar en bronca y división. El escenario perfecto para los republicanos.

Sobre mis dotes de analista-adivinador, les voy a dar una buena noticia. También pienso que Trump tiene casi segura la reelección. No veo a Biden capaz de derrotarle. Sanders, tampoco, pero al menos él tiene un relato ilusionante que llega. El problema es que de momento solo llega a los que están convencidos, que le siguen como a un profeta. Siguientes paradas: 10 de marzo, votan seis estados, entre ellos Michigan, uno de los estados clave en noviembre. Y el 17 con Florida y Ohio, otros dos territorios que los demócratas deben ganar en noviembre si quieren regresar a la Casa Blanca.