S ucedió a escasa distancia de la plaza de Bangalore y el parque de la Amistad de los Pueblos, en el norte de Minsk, un lugar icónico para la oposición de Bielorrusia por haber tenido lugar allí multitudinarios mítines electorales convertidos ya en hitos de la corta historia de esta pequeña república exsoviética. Hace ahora una semana, cientos de mujeres se enfrentaron a un grupo de antidisturbios que les bloqueaban el paso, logrando superarlos, aislarlos y hasta rodearlos gracias a una serie de movimientos envolventes que parecían sacados de un manual de estrategia militar.

Las imágenes, tomadas desde lo alto, han dado la vuelta al mundo, convirtiéndose en uno de los símbolos de una revuelta donde las mujeres han asumido el liderazgo y utilizan las lagunas propias de una sociedad patriarcal como la bielorrusa en beneficio del movimiento opositor. «No; no teníamos nada preparado; tampoco habían circulado por internet instrucciones sobre cómo superar a los antidisturbios; presentíamos que la policía había recibido orden de no tocarnos y decidimos aprovecharnos de ello; al fin y al cabo, vivimos en una sociedad patriarcal», relata Yevguenia Dólgaya, una de las asistentes.

Su compañera Zhanna, quien prefiere mantener en secreto el apellido, corrobora la espontaneidad de lo sucedido y hasta se sorprende de la atención mediática recibida. «Todo sucedió hacia el final de la manifestación de mujeres; ya habíamos superado a la policía en varias ocasiones anteriores ese mismo sábado, la única diferencia es que allí, había cámaras», recuerda.

Mezclando el idioma ruso con el bielorruso, Nina explica en un hilo de voz, a través del teléfono, que desafía a los antidisturbios a sabiendas de que «jamás golpearán a una mujer menuda y de mi edad». Y responde con una cita de Shakespeare cuando se le recuerda que ya es en un referente del movimiento opositor: «La vida es un teatro y nosotros actores en ella».

Desde entonces, un intenso sentimiento de repulsa hacia un sistema percibido como sexista y excluyente se ha instalado en las manifestaciones opositoras. Prueba de ello son las pancartas con las que muchos ciudadanos y ciudadanas salen a la calle, repletas de referencias sexuales: « Sasha (diminituvo de Aleksándr y referido al presidente Lukashenko) a ti ni siquiera te desean las abuelas , Lucháis como una mujer . Esta es una manifestación de mujeres insatisfechas con la dictadura », podía leerse durante estos días en Minsk.

«En la URSS, la sociedad era profundamente machista, y Bielorrusia, como país que ha mantenido en mayor grado el sistema soviético, es el lugar donde más se han conservado los valores patriarcales», constata Carmen Claudín, investigadora asociada del think tank barcelonés CIDOB. «Y ello, pese a que la mujer soviética gozaba de un gran acceso laboral», subraya. Esta experta recuerda que «con contadas excepciones, las clases dirigentes en el espacio postsoviético han estado y están formadas por hombres; en el hogar, asumen su propio trabajo y el peso de las tareas domésticas».

La experta Claudín admite que lo sucedido en Bielorrusia podría constituir un ejemplo para los movimientos feministas en los demás países de la región, aunque prefiere ser prudente: «Eso dependerá de si la oposición acaba triunfando». H