En el far west de Nepal, la zona más rural de este país asiático, una antigua tradición considera impuras a las niñas y las mujeres cuando tienen la regla. Conocida como chhaupadi (en nepalí, chhau significa menstruación, y padi, mujer), esta práctica cultural establece que, durante los cinco, seis o siete días de la menstruación, tienen prohibido entrar en el hogar familiar, teniendo que permanecer y dormir en cabañas de barro, a veces compartidas con animales.

Tampoco pueden tocar a los hombres, ni tomar lácteos, carne o verdura, les está prohibido cruzar ríos o puentes y algunas sufren restricciones para asistir a la escuela. En algunas zonas, esta práctica también se aplica a mujeres que acaban de dar a luz, y deben permanecer en la cabaña durante siete días si el bebé es niño y hasta 10 cuando es niña.

De noche, en ocasiones son violadas (algunas en grupo) por los pocos hombres que no han emigrado a la India para trabajar (en torno al 90% de ellos sí lo han hecho). Las violaciones a menudo son ocultadas por las mismas familias, ya que una mujer violada no puede aspirar a casarse.

Algunas mueren por picaduras de serpientes o asfixiadas por el humo de las hogueras. Oficialmente pierden la vida cuatro o cinco mujeres al año por el chhaupadi, pero las propias autoridades admiten que pueden ser muchas más, pues en ocasiones hay familias que lo esconden. Hace apenas un mes, una chica de 18 años murió por la picadura de una serpiente. Para ocultarlo, la familia la enterró (práctica no usual en la India, donde se incinera a los difuntos), pero las autoridades lo averiguaron y exhumaron el cadáver para practicarle la autopsia.

Algunas oenegés han destruido cabañas para acabar con esta lacra. Sin embargo, esto ha supuesto que estas niñas y mujeres deban buscarse la vida para dormir fuera de casa. Miembros de la organización humanitaria Be Artsy comprobaron recientemente que una adolescente de 17 años había estado durmiendo en un cesto de mimbre. Las autoridades nepalís aprobaron en agosto del 2017 una ley para luchar contra el chhaupadi y este agosto la normativa entrará en vigor. Esta práctica estará penalizada con 3.000 rupias (30 euros) y tres meses de cárcel.

PROYECTO INTERNACIONAL / Un proyecto de cooperación internacional, creativityphotoproject.com, llevó hace tres años a la fotógrafa y diseñadora web española Clara Garcia Ortés a Nepal, donde conoció esta tradición. Impactada por la marginación que supone esta práctica, impulsó la oenegé Be Artsy, que ha puesto en marcha el proyecto Rato Baltin para educar sobre higiene, menstruación y sexualidad, junto con la distribución de copas menstruales en las escuelas. «Nunca les hablo del chhaupadi ni tampoco de las cabañas… Les presto cámaras para que retraten lo que no les gusta de su menstruación. Fotografían las cabañas, las verduras y la leche que no pueden tomar… Entonces hablamos de ello. Y hacemos un taller en el que explicamos cómo se vive la menstruación en otros lugares del mundo: les cuento que en algunas regiones a las chicas que tienen la regla se las trata como a diosas y se las cuida, y exclaman: ‘¡Ooohhh, ojalá viviéramos allí!’».

La oenegé consigue las copas menstruales a través de la empresa social inglesa con sede en Barcelona Ruby Cup (por cada copa vendida, esta compañía regala otra destinada a proyectos sociales). No así los cubos metálicos, que debe adquirir a través de donaciones. Hasta ahora ya han repartido 600 copas (525 donadas por Ruby Cup y otras 75 adquiridas por la entidad humanitaria) con 550 cubos metálicos donde los que las chicas pueden lavarlas y hervirlas para su perfecta desinfección.

La respuesta ha sido mejor de lo esperado. En Achham, el distrito que más muertes contabiliza, Be Artsy ha conseguido que a finales del 2017 hubiera una aceptación de la copa menstrual del 97%. Después de un año, las niñas la seguían utilizando y casi todas han hecho algún cambio en la tradición del chhaupadi.

Este verano, Clara Garcia pasa unos días con su familia en España antes de volver al far west nepalí, una zona rural y remota a la que se tarda cuatro días en llegar en transporte local desde la capital, Katmandú. «Por eso no va nadie allí, ni turistas ni las grandes oenegés», puntualiza. El proyecto funciona. Los ojos grandes y claros de esta cooperante se iluminan cuando piensa en las niñas y mujeres que han podido cambiar su vida. Pero no puede evitar bajar la mirada recordando la muerte de una niña en uno de los pueblos a los que querían hacer llegar el proyecto. «No llegamos a tiempo…», se lamenta.

Clara explica cuánto trabajo queda todavía por hacer y revela que la financiación se cubre en buena medida mediante crowfunding, «a través de donaciones realizadas en migranodearena.org». Cuando el equipo de Be Artsy regrese a Nepal, la nueva ley ya habrá entrado en vigor. «Pero está claro que nadie la va a aplicar», se lamenta.