Desde hace casi dos años Washington ha vivido pendiente de lo que sucedía en un discreto edificio de hormigón del suroeste de la capital sin dirección conocida para el gran público. Sus entrañas han servido de cuartel general para la quincena de abogados dirigidos por Robert Mueller, el fiscal especial designado por Justicia para investigar la injerencia rusa en las elecciones del 2016, la posible cooperación de la campaña de Trump con el Kremlin y sus potenciales maniobras para obstruir las pesquisas. La espera ha desquiciado a la prensa, incapaz de arrancarle palabra al fiscal o encontrar un topo que diera pistas sobre la investigación. Parte del misterio parece tener ahora las horas contadas. El informe Mueller se ha completado. El futuro de Trump podría depender de lo que digan sus páginas.

Nadie sabe exactamente qué pasará ahora. La pelota está en la mesa del fiscal general del Estado, William Barr, quien recibió al final del viernes el fruto de los 22 meses de investigación de Mueller. Todo depende de la postura que adopte. La norma establece que el informe es confidencial y no le obliga a compartirlo con el Congreso. Pero Barr dijo que pretende «ser lo más transparente posible» y una de sus portavoces añadió que se publicarán las «principales conclusiones» del informe, posiblemente este fin de semana. Podría ser un resumen detallado o podrían ser tres líneas. Nadie descarta que acabe siendo un épico anticlímax.

Lo único claro es que Mueller no sugerirá ninguna imputación más, noticia que fue recibida con alivio por el entorno de Trump. Eso deja temporalmente fuera de peligro a su familia, cuyos miembros participaron en algunas reuniones con figuras cercanas al Kremlin. Y podría indicar, según algunos analistas, que Mueller no ha encontrado pruebas de colusión con la trama rusa.

En todos estos meses, el exdirector del FBI ha callado como una tumba y ha jugado al despiste entrando en sus oficinas con una gorra negra de béisbol, como un testigo protegido. Pero a la vez ha hablado a través de sus decisiones judiciales. Mueller ha presentado 199 cargos contra 34 personas (25 de ellas, rusas) y tres empresas, información aprovechada por la prensa. La lista de imputados incluye a seis estrechos asesores de Trump, cinco de los cuales se han declarado culpables, desde Michael Cohen a Paul Manafort. Ninguno de ellos, sin embargo, ha sido acusado de conspiración.

No hay duda de que el Congreso quiere ver el informe. Toda la Cámara de Representantes votó para que se haga público y hasta Trump ha llegado a decir que no le importaría, pese a llevar dos años cargando contra el fiscal especial y calificando la investigación de «caza de brujas». Desde el viernes guarda silencio al respecto, todo un hito en su presidencia.