El primer ministro de Israel en funciones, Binyamin Netanyahu, y el exjefe del Estado mayor Benny Gantz, líder de la formación de centro-derecha Azul y Blanco, ultiman los detalles de un «gobierno de unidad y emergencia» que evite unas cuartas elecciones y pueda hacer frente a la crisis del coronavirus.

Gantz había asegurado que no gobernaría con alguien imputado por casos de corrupción, como Netanyahu, y menos si este intentaba mantenerse en su cargo. Pero cambió radicalmente de opinión y decidió unirse a Netanyahu, ante la sorpresa de sus colegas de coalición, los partidos Hay Futuro, encabezado por Yair Lapid, y Telem, liderado por Moshe Yaalon, así como figuras independientes que se habían unido a la coalición Azul y Blanco. Esta formación se ha desintegrado, pero su nombre lo mantiene el partido de Gantz, hasta ahora Resiliencia.

Según medios israelís, Netanyahu y Gantz habrían acordado que sus formaciones contaran con el mismo número de ministros en el gabinete. Esto implica que la de Netanyahu, el Likud, tendrá que renunciar a algunas carteras para satisfacer las exigencias de los partidos religiosos y de ultraderecha que lo apoyan. Aun así necesitan el apoyo de otras formaciones para sacar adelante el gobierno.

Bibi, como se conoce popularmente a Netanyahu, seguiría como primer ministro --el único cargo que la ley le permite mantener mientras se celebra su juicio-- hasta septiembre del 2021, cuando probablemente lo reemplazaría Gantz, que hasta entonces sería ministro de Exteriores.

Netanyahu, que desde ayer permanece en cuarentena por haber estado en contacto con un colaborador que ha dado positivo en el test del covid-19, ha señalado que todas las especulaciones que se están publicando en torno a sus negociaciones con Gantz son «noticias falsas», matiza.