Binyamin Netanyahu se convirtió ayer en el primer jefe de Gobierno israelí en ser juzgado por un tribunal. Lo hizo con una actitud desafiante, proclamando su inocencia y evidenciando la división que suscita su caso en el país. Al primer ministro le pueden sentenciar con hasta diez años de prisión por un delito de cohecho y hasta tres por fraude y abuso de confianza. De esos cargos se tendrá que defender en tres casos separados por recepción de regalos a cambio de favores y supuestos tratos para recibir una cobertura positiva de los medios.

El mandatario insistió en que los casos son un complot de la izquierda para «derrocar al Gobierno». Apareció en el Tribunal de Distrito de Jerusalén flanqueado por un grupo de ministros del gabinete de su partido, el Likud. En la sala del tribunal, Netanyahu y los jueces usaron máscaras faciales por el coronavirus en una audiencia que duró una hora. El tribunal excusó al veterano mandatario de personarse en la próxima audiencia, que está prevista que se celebre el 19 de julio.

Antes de la audiencia, Netanyahu apeló a la opinión pública y se quitó el protector para hablar con los periodistas. «Estas investigaciones han sido contaminadas y preparadas desde el primer momento. Pero comparezco aquí como su primer ministro y con la cabeza bien alta», sostuvo.

DENUNCIA // Netanyahu denunció que su proceso judicial tiene como objetivo «derrocar al Gobierno».

La profunda división social que provoca entre los israelís el proceso legal contra el mandatario quedó patente ayer, con manifestantes a su favor y en su contra en las calles, a pesar de las restricciones marcadas por las autoridades para frenar la propagación del coronavirus. Los partidarios proclamaron cánticos como «Bibi, Rey de Israel», los detractores, de «ministro del crimen».