«Lo único bueno que va a pasar es que al fin se van a acabar los tres años de melodrama lamentable y vergonzoso que llevamos. Mi sentimiento sigue siendo de indignación. Ni se me ha ido el cabreo que tengo con los británicos por la decisión que tomaron en el referéndum, ni he olvidado lo mucho que lloré aquella noche al conocer el resultado.

No reconozco a mis paisanos, me producen mucha vergüenza. Todas las ventajas que pudiera obtener el Reino Unido con el brexit se quedan en nada al lado del ridículo tan grande que han hecho. Nunca pude imaginar que la gente votara para separar, en vez de para unir. Mi padre luchó para liberar a los europeos del fascismo. A veces me pregunto: ¿Para qué? ¿Para ahora darles la espalda y decirles: no os queremos? Son como niños pequeños que dicen en el patio del colegio: mi balón es mío y solo es para mí. Es ridículo.

Ya he iniciado los trámites para sacarme la nacionalidad española. Me niego a ser extranjero en el país que me ha abierto sus brazos y sus hogares. No soy una persona muy patriótica, a mí las banderas me excitan poco, pero tampoco me alegra pensar que cuando tenga la nacionalidad española seré un extranjero cuando visite mi país. Esto solo ha traído problemas, pero ningún beneficio».