La noche intensa de un joven ha germinado en el peor brote de coronavirus en meses en Corea del Sur, el cierre de bares, el retraso de la reapertura de colegios y una campaña homófoba. El episodio subraya dos certezas: que el coronavirus aligera los plazos de aquella teoría del aleteo de la mariposa y el tsunami y que el desconfinamiento es bacheado y curvilíneo incluso en los países más metódicos.

Un hombre de 29 años que dio positivo el miércoles reveló que había pasado una noche reciente en Itaewon. Es un distrito céntrico de Seúl con una vibrante oferta lúdica que atrae a muchos extranjeros y también sirve de refugio para la estigmatizada comunidad LGBT.

Los cinco clubes por los que deambuló el joven hasta las 4 de la mañana han tensado las ejemplares capacidades de rastreo del país. Ayer ya se habían confirmado 86 contagiados, de los que 63 estuvieron en los clubs y el resto son amigos, familiares o compañeros de trabajo. Los indicios apuntan a que son la punta del iceberg: el periodo de incubación de dos semanas, el 35% de asintomáticos y los problemas de las autoridades para rastrear a una comunidad comprensiblemente huidiza. Al menos una veintena vive fuera de Seúl y podrían estar propagando el virus.

No basta esta vez con la obligación de dejar el nombre y el número de teléfono a la entrada del bar. El Gobierno cuenta con un listado de 5.000 asistentes pero solo ha podido contactar con 2.000 porque el resto ignora las llamadas o dio un número falso. Y ahí emerge el conflicto entre la salud pública y la privacidad individual, los esfuerzos por embridar una pandemia contra el miedo a una expulsión forzosa del armario en un país tradicional que niega el matrimonio gay y empuja a la discreción.

No es previsible que las masivas acusaciones en las redes a los gais de expandir el virus les animen a descolgar el teléfono. Los mensajes oficiales han intentado vencer el miedo. El alcalde de Seúl, Park Won-soon, ha aclarado que no tendrán que revelar su identidad sexual. Pero ha recordado las multas previstas y que disponen de las grabaciones de las cámaras de vigilancia de los locales y los movimientos de sus tarjetas de crédito para identificarlos.

El repunte ha forzado el cierre de más de 2.000 bares y retrasado una semana más la reapertura de los colegios.