Las inmediaciones del Parlamento argentino, a menos de dos kilómetros de la sede presidencial, se convirtieron ayer en un verdadero campo de batalla entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes que intentaron rodear el edificio para impedir una reforma de las pensiones por la que se reducirán en un 13% y un porcentaje similar a la asistencia mensual a los sectores más pobres. Los gases lacrimógenos y las piedras atravesaron el aire como nunca desde que se recuperaron las instituciones democráticas, en 1983. Hubo numerosos heridos. La protesta -hubo más de 400.000 personas en la calle solo en la capital- fue acompañada por una huelga general.

DEUDA EXTERNA / El centro de la ciudad de Buenos Aires fue prácticamente militarizado. La represión no solo alcanzó a los que fueron a rechazar el proyecto que el presidente Mauricio Macri considera indispensable para sostener a un Gobierno aquejado por el problema del vertiginoso endeudamiento externo. El dinero que se sacaría a los pensionistas está destinado a equilibrar el gasto público y pagar a los acreedores. El pasado jueves, la Cámara de Diputados se vio obligada a suspender la votación de esa ley debido al tenor de las protestas y la inédita respuesta de las fuerzas de seguridad, que dejó numerosos heridos, incluso legisladores, y 41 detenidos.