«La Constitución del futuro», la definió ayer Juventud Rebelde, y auguró que la nueva Carta Magna de la Cuba poscastrista surgirá de un «amplio debate» que se celebrará en la Asamblea Nacional hasta hoy. Se trata de «una ley de leyes para los nuevos tiempos». La era que emerge obliga a importantes distinciones semánticas. En 1976, en plena guerra fría y adhesión al bloque soviético, Cuba definía en su primer texto fundamental la Revolución, el inexorable «avance hacia la sociedad comunista». Ese horizonte ha sido borrado del anteproyecto. La omisión, dicen los expertos, está lejos de ser un descuido de los redactores: señala la hoja de ruta del largo proceso de adecuación de la isla a las coordenadas de la economía mundial y en medio del desastre venezolano, el principal provedor de petróleo.

La dirigencia cubana no renuncia al papel rector del Partido Comunista ni a un proyecto de construcción del «Estado socialista de derecho» a largo plazo. Pero, al mismo tiempo, se propone discutir qué lugar le asignará a la propiedad privada y ampliar el peso de la economía mixta. Independencia y soberanía seguirán siendo palabras claves en la futura Carta Magna, y mucho más mientras Donald Trump sea presidente de EEUU. Pero, según Esteban Lazo, un dirigente del escalafón intermedio que se encuentra al frente de la Asamblea, se deben calibrar mejor los caminos para alcanzar la prosperidad y la sustentabilidad del modelo político. Otras reformas pueden considerarse un verdadero punto de inflexión: en un claro guiño a los ciudadanos que emigraron a EEUU, se autorizará la doble nacionalidad de los cubanos, aunque, mientras se encuentren en la isla, deben someterse a sus leyes. Además, se permitirá el matrimonio entre personas de un mismo sexo.