El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, entra de lleno en la campaña electoral para sucederle. Minutos después de reunirse este jueves en la Casa Blanca con el senador Bernie Sanders para incentivar la unidad del Partido Demócrata alrededor de Hillary Clinton, Obama ha colgado un vídeo en la página de Facebook de la candidata dándole todo su apoyo.

"Sé lo duro que puede ser este trabajo, por eso sé lo buena que Hillary será en él. De hecho no creo que nunca haya habido alguien tan preparado como ella", asegura el presidente en el mensaje, en el que felicita a Clinton por "hacer historia" como la primera mujer nominada por uno de los dos grandes partidos de EEUU y se declara "ansioso por empezar a hacer campaña".

El apoyo es un espaldarazo vital para Clinton y pone todo el poder de la Casa Blanca en su duelo con Donald Trump. Y llega aunque Sanders aún no ha concedido su victoria, aunque tras la reunión con Obama el senador ha indicado que estaba dispuesto a trabajar con ella. De hecho, tras su encuentro de una hora con el presidente, el senador ha dicho que se verá con su rival "en el futuro cercano para ver cómo podemos trabajar juntos para derrotar a Donald Trump". No es la frase de una concesión pero es lo más parecido que se puede esperar, al menos de momento.

Fue el propio Sanders el que solicitó la reunión a Obama, mucho más cercano a Clinton. Y aunque el presidente se ha esforzado por mantener el aura de imparcialidad (una posición que Sanders ha agradecido tras la reunión tanto a Obama como al vicepresidente Joe Biden), no ha tardado en mostrar públicamente su prioridad.

EN BUSCA DE LA UNIDAD

Lograr la unidad del Partido Demócrata (y la concesión de Sanders) obligaba a una danza muy delicada. A los 74 años el veterano senador ha logrado crear un auténtico movimiento, al que se han sumado sobre todo muchos jóvenes, gente de clase trabajadora y las bases más progresistas, una parte importante de los cuales sigue recelando de Clinton al considerarla demasiado parte del establishment. Y Obama, el aparato y otros poderes del Partido Demócrata no podían darse el lujo de alienar a esos votantes de Sanders con lo que podría parecer una presión injusta para que abandone.

Y Sanders, por ahora, no abandona. A las puertas de la Casa Blanca ha anunciado a los medios que competirá la semana que viene en las últimas primarias demócratas que quedan, en el Distrito de Columbia (la capital que ha apoyado que sea reconocida como estado). Y ha asegurado también que su campaña se mantiene. "Seguiremos haciendo todo lo que podamos para oponer la deriva actual hacia una forma oligárquica de sociedad donde un puñado de milmillonarios ejercen enorme poder sobre nuestra vida política, económica y mediática", ha dicho.

Sanders parece haber abandonado la idea de tratar de obtener la nominación convenciendo a los altos cargos del partido designados a dedo como "superdelegados" de que le apoyen a él en lugar de a Clinton en la convención de Filadelfia, pero sin duda tratará de ejercer su influencia progresista en la elaboración de la plataforma del partido, que sirve a modo de guía o programa electoral. Y también insiste en que la meta es frenar a Trump, que "claramente sería un desastre como presidente". "Me resulta increíble que el Partido Republicano tenga un candidato a presidente que en 2016 hace del odio y la discriminación la piedra angular de su campaña", ha dicho.