Si todo hubiera sucedido como quería Barack Obama, el 20 de enero Hillary Clinton tomaría posesión de la presidencia de Estados Unidos y el legado del demócrata se asentaría, pese a tener asegurada la continuación de oposición de los republicanos en un Congreso que dominan y en los tribunales. Los estadounidenses, no obstante, no solo le negaron el llamado “tercer mandato”, sino que eligieron a Donald Trump, posiblemente el mayor y más insondable antagonista político con que podía encontrarse. Y esa decisión de las urnas ha llevado a Obama a intensificar en los últimos días de su mandato sus acciones, un esprint final con el que pretende asentar parte de su herencia política de ocho años.

Seis años de control republicano del Congreso ya habían acostumbrado a ver a Obama haciendo política a base de órdenes ejecutivas, pero esa visión que había ido ganando nitidez en los dos últimos años se ha hecho dominante desde el 9 de noviembre, un periodo en el que ha tomado algunas de las acciones de más alcance de su presidencia. Sus ayudantes en la Casa Blanca hablan metafóricamente de un esfuerzo de Obama por “clavar los muebles”. Y aunque buena parte de las decisiones que está adoptando por la vía ejecutiva podrían ser revertidas por Trump , en algunos casos solo podrán anularlas acciones del Congreso o recursos judiciales que se auguran muy largos, con lo que Obama está garantizando, cuando menos, una extensión de sus políticas.

LEGADO MEDIOAMBIENTAL

Esa prolongación es lo que Obama ha conseguido, por ejemplo, con su reciente decisión de vetar indefinidamente nuevas perforaciones en importantes áreas del Ártico y del Atlántico. Porque el presidente ha recurrido a una ley de 1953, imponiendo una batalla en los tribunales a cualquiera que pretenda anular el veto, entre quienes pueden contarse los elegidos por Trump para dirigir la Secretaría de Energía y la Agencia de Protección Ambiental, que apoyan nuevas perforaciones, o el secretario de Estado, el exdirectivo de Exxon Rex Tillerson, que tiene intereses en el Ártico.

No es el único aspecto con el que Obama pretende sellar su legado medioambiental, marcado sobretodo por la firma del Acuerdo de París y ocho años de creación de políticas de protección medioambiental. La semana pasada, recurriendo a una ley de 1906 que le da autoridad para actuar sin el Congreso, creó dos monumentos nacionales en disputadas tierras de Utah y Nevada, elevando a 29 el número de estas designaciones durante su mandato que establecen o crean protecciones para tierras y aguas de propiedad federal. Y aunque la guerra judicial de los opositores ya está anunciada, coloca a Trump en una posición incómoda: nunca un presidente de EEUU ha anulado una de estas designaciones.

POLÍTICA EXTERIOR

También en política exterior Obama ha tomado en los últimos días decisiones que dejan un testamento, siquiera simbólico, y que quizá no determinarán pero pueden marcar los primeros pasos de Trump. La primera fue la de abstenerse y dar luz verde en una votación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a una resolución que condena los asentamientos de Israel en territorios ocupados.

La segunda, y quizá más consecuente para Trump, es la decisión de imponer sanciones a Rusia por los supuestos ciberataques durante la campaña electoral. Porque aunque Vladimir Putin haya tratado de ningunear a Obama y entre él y el presidente electo haya habido un cruce de halagos, Trump deberá lidiar con la mirada reticente de muchos republicanos a la cooperación con Rusia o a dejar sin castigo sus potenciales intromisiones.

OTRAS ACCIONES

Aunque incapaz de cumplir su promesa de cerrar Guantánamo, Obama también ha informado en los últimos días al Congreso de su intención de transferir a 19 de los presos que quedan en la base, dejando la población de la infame prisión en 40 reclusos (cuando él llegó a la Casa Blanca había 241). Y en su esfuerzo por impulsar la reforma del sistema de justicia penal, ha sumado recientemente 78 perdones y 153 conmutaciones de penas para presos federales sin delitos de sangre, sellando un récord de más de 1.000.

Otras medidas emprendidas después de la victoria de Trump incluyen una protección de fondos federales para las clínicas de planificación familiar y centros de salud que practican abortos, así como el cierre de un programa establecido por George Bush tras el 11-S que obligaba a extranjeros árabes de 25 países y mayores de 16 años a registrarse. Y este miércoles semana Obama acudirá al Congreso para estudiar con líderes demócratas métodos para proteger su reforma sanitaria, pieza clave de su legado que Trump y los republicanos han prometido deshacer.

Obama tiene planeado ofrecer el 10 de enero en Chicago su último gran discurso, una intervención que sus ayudantes anuncian como una reflexión sobre su agenda política y que más que probablemente se planteará en contraste con la de Trump, con quien se ha deteriorado una transición que arrancó llena de buenas formas y compromisos.