Le queda poco más de un año para salir de la Casa Blanca pero Barack Obama ha empezado su despedida y un capítulo de ese adiós lo escribió anoche en el Congreso con su último discurso sobre el estado de la Unión. En la intervención, alejada del tradicional formato de propuestas legislativas detalladas, Obama miró con optimismo el país tras siete años de su presidencia y aunque reconoció ansiedades (económicas, políticas o de seguridad) defendió su visión positiva. Lo hizo poniéndola en claro contraste (y con denuncia) con el mensaje pesimista y casi apocalíptico que domina entre los aspirantes republicanos a sucederle.

Sin citar directamente el nombre de Donald Trump, el favorito en las encuestas estuvo muy presente en el discurso de Obama, elaborado como un recordatorio para los ciudadanos de que “los avances” de los últimos siete años pueden dar marcha atrás si un republicano gana en las urnas en noviembre (“el progreso no es inevitable”, dijo).

Cada vez que aparecían las referencias al ‘outsider’ político que ha marcado la campaña desde verano con un discurso xenófobo y catastrofista, que ha calado también entre otros candidatos conservadores, Obama usaba un tono de alerta. “Conforme crece la frustración habrá voces urgiéndonos a volver a las tribus, a hacer cabezas de turco a conciudadanos que tienen un aspecto como el nuestro, o rezan o votan o tienen un pasado distinto a nosotros. ”, aseguró. “No podemos permitirnos seguir ese camino”. En otro momento del discurso pidió “acabar con las políticas que hacen dianas de la gente por su raza o su religion”.

GLOBOS POLÍTICOS

Obama declaró que “cualquiera que diga que la economía estadounidense está en declive está vendiendo ficción”, pero no solo buscaba el contraste con los agoreros en términos de la economía. Definió también como “un globo político toda la retórica que se escucha sobre nuestros enemigos haciéndose más fuertes y América más débil”. Y aun reconociendo los temores de la ciudadanía por las nuevas formas de terrorismo del Estado Islámico, defendió su visión de la amenaza, esa que le ha llevado a una estrategia de buscar coaliciones internacionales y evitar un despliegue de tropas como en Vietnam o en Irak.

“Mientras nos concentramos en destruir al EI, las afirmaciones exageradas de que esto es la tercera guerra mundial solo juegan a su favor”, afirmó. “Masas de combatientes en la parte trasera de camiones y almas retorcidas tramando en apartamentos o garajes representan un enorme peligro para los civiles y deben detenerse, pero no amenazan nuestra existencia nacional. Esa es la historia que el EI quiere contar, es el tipo de propaganda que usan para reclutar”.

LOS CUATRO PILARES

Obama usó también su discurso para plantear su visión de EEUU y de su futuro apoyada en cuatro grandes pilares. El primero que marcó es “asegurar una oportunidad justa y seguridad para todo el mundo en la nueva economía”, un terreno en el que volvió a reclamar pasos como la subida del salario mínimo y la igualdad salarial, la protección de las prestaciones para los trabajadores o el impulso y el abaratamiento de la educación. El segundo pilar del que habló es aprovechar los avances tecnológicos para enfrentar retos como elcambio climático o la lucha contra el cáncer (terreno en que anunció un esfuerzo nacional que comparó con la carrera espacial para llegar a la luna y que dirigirá Joe Biden). El tercero fue esa reclamación de “mantener EEUU seguro y liderar el mundo sin convertirse en su policía” y el cuarto, la llamada a “hacer que nuestra política refleje lo mejor de nosotros, no lo peor”.

En ese último campo Obama abogó por una reforma democrática de la democracia, consciente también de la creciente desconfianza de la ciudadanía en las instituciones y los políticos. Sus palabras exactas fueron una llamada a “arreglar nuestra política” y a tener “debates racionales y constructivos”. Y pidió pasos concretos, como poner fin a la práctica del rediseño de distritos electorales a conveniencia, facilitar el voto y modernizarlo y reducir la influencia del dinero que contribuyen grandes corporaciones y poderosos individuos, que ha alentado la sensación de desconexión del ciudadano con la política.

Era un Obama muy distinto al de hace siete años, aquel presidente que debutó ante el Congreso como esperanza del pospartidismo y que, en cambio, ha visto recrudecerse la división durante sus mandatos. Lo reconoció él mismo cuando citó como uno de sus “pocos lamentos que el rencor y la sospecha entre los partidos ha empeorado en vez de mejorar”.