El “viaje increíble” de Barack Obama toca casi a su fin. El primer presidente negro de Estados Unidos, el político que hace ocho años entusiasmó a buena parte del país y del mundo con su mensaje de esperanza, avista ya en el horizonte cercano la puerta de salida de la Casa Blanca. Está, como dijo anoche en un aclamado discurso en la Convención Demócrata en Filadelfia, “listo para pasar el testigo”. Y está convencido de la urgencia de que el país, como él, lo ponga en manos de la candidata demócrata, Hillary Clinton, sobre todo porque en estas “elecciones atípicas” la otra opción es el candidato republicano, Donald Trump, al que definió como un “demagogo autóctono” que amenaza los valores democráticos de EEUU.

No queda ni un eco de la dura batalla intestina que Obama y Clinton libraron hace ocho años, cuyas heridas empezaron a cicatrizar cuando le propuso ser su secretaria de Estado. En su discurso Obama aseguró que “nunca ha habido un hombre o una mujer más preparado para ser presidente de EEUU” e hizo la más ardiente defensa posible de la exprimera dama. Habló de la “madre y abuela” y de su “inteligencia, buen juicio y disciplina” y la definió como una “líder”, “luchadora, mujer de estado, servidora pública y patriota”. No es de extrañar que se mostrara seguro de que “el Partido queda en buenas manos”. Ni que cuando acabara su intervención y Clinton apareciera por primera vez en el escenario del Wells Fargo Center, donde hoy aceptará su nominación, se fundieran en un largo y sentido abrazo.

La alianza es real. Y, para Obama, imprescindible para mantener su legado y la dirección política e ideológica que ha marcado para el país en sus siete años y medio de mandato, una dirección ahora amenazada por Trump.

DESMONTANDO A TRUMP

Esa amenaza Obama la dibujó con más detalle y urgencia de lo que ha hecho nunca hasta la fecha. Y libró un ataque sin cuartel contra Trump, contrastando el retrato apocalíptico del país que está trazando el magnate inmobiliario con una visión optimista, que reconoce que persisten retos y trabajo por hacer pero se concentra en los logros y avances, desde la reforma de la sanidad hasta la legalización del matrimonio gay. “América ya es grande. América ya es fuerte. Y os prometo que nuestra fuerza y nuestra grandeza no dependen de Donald Trump”, dijo en un momento de la intervención.

Obama denunció que Trump “no está ofreciendo soluciones reales.Solo ofrece eslogans y miedo”. Atacó muchas de las explosivas declaraciones del magnate inmobiliario, como la defensa de la tortura, la propuesta de vetar la entrada a todos los musulmanes a EEUU o la construcción de un muro en la frontera con México (“El sueño americano no es algo que un muro pueda contener jamás”, dijo). Le recriminó haber llamado “desastre” a las Fuerzas Armadas, haber sugerido que “los EEUU son débiles” o el haber dicho “a aliados de la OTAN que estuvieron a nuestro lado tras el 11-S que tienen que pagar si quieren nuestra protección”, a la vez que “adula a Putin y alaba a Sadam Hussein”.

AMENAZA A LA DEMOCRACIA

La argumentación de Obama iba a un lugar mucho más profundo que el mero repaso de barbaridades dialécticas o a cuestionar las credenciales de Trump, a quien cuestionó incluso como empresario, aludiendo a que ha dejado en sus negocios “un reguero de demandas, y trabajadores impagados y gente que siente que le han engañado”. El candidato republicano, en su retrato, es una verdadera amenaza para la democracia estadounidense.

“Nuestro poder no viene de un autodeclarado salvador que promete que por sí solo puede restaurar el orden. No buscamos ser regidos”, recordó el presidente, que aunque es consciente de la posibilidad de una victoria de Trump dejó un mensaje de esperanza política. “Cualquiera que amenaza nuestros valores -fascistas, comunistas, yihadistas o demagogos autóctonos- siempre acabarán fracasando”, dijo Obama, que aseguró que Trump “está minusvalorando al pueblo estadounidense. No somos frágiles o asustadizos”.

"HACED POR HILLARY LO QUE HICISTEIS POR MÍ"

Obama sabe, eso sí, que para evitar una presidencia de Trump es imperativo que la mayoría de estadounidenses compartan su visión y, sobre todo, pongan como él la esperanza en Clinton. Y por eso empezó también lo que prometen ser tres meses intensos de esfuerzos personales para movilizar el voto. “La democracia no es un deporte de espectadores”, dijo, reconociendo la polarización que provoca Clinton pero instando también a superar recelos ante la dimensión de la otra opción (“Si te tomas en serio nuestra democracia no puedes permitirte quedarte en casa solo porque ella no se alinea contigo en todos los temas”, dijo ).

Y acabó con un ruego. “Os pido que hagáis por Hillary lo que hicisteis por mí. Os pido que os unais a mí en rechazar el cinismo y el miedo y apelar a lo mejor de nosotros, para elegir a Hillary Clinton como próxima presidenta de EEUU y mostrar al mundo que aún creemos en la promesa de esta gran nación”.