A Jordan Goudreau se le ha ocurrido decir que se inspiró en Alejandro Magno y en su gesta militar más mítica, la batalla de Gaugamela, en la que el heleno acabó con el imperio persa, para organizar la Operación Gedeón con la que este canadiense exboina verde del Ejército de Estados Unidos y reconvertido en empresario de seguridad privada y mercenario pretendía «capturar, detener o sacar a Nicolás Maduro» del poder en Venezuela e instalar a Juan Guaidó, el líder opositor al que EEUU y otros más de 50 países reconocen como el «presidente legítimo». El intento ha sido un estrepitoso fracaso, algo más parecido a una parodia surrealista y de serie B de Rambo.

Han muerto ocho de los participantes en la misión, lanzada con incursiones desde Colombia. Caracas, en dos días, logró arrestar a 14 personas, incluyendo dos estadounidenses que fueron compañeros de Goudreau en las fuerzas especiales y llevaban carnés de su empresa, Silvercorp USA. Una investigación federal da los primeros pasos en Estados Unidos y los demócratas en el Congreso piden explicaciones al Departamento de Estado, desde donde el secretario Mike Pompeo, esta semana, ha negado «implicación directa del Gobierno de EEUU» en esta versión cutre de Bahía de Cochinos. «Si hubiéramos estado implicados, habría salido diferente», dijo a modo de explicación el jefe de la diplomacia de Donald Trump.

DESCALABROS SEGUIDOS / Hay donde elegir en la concatenación de despropósitos. El viernes, dos días antes de que se lanzara la fracasada «operación anfibia», la agencia Associated Press publicaba un detallado artículo sobre el plan y sus miserias. Estas incluían un destartalado y malnutrido ejército de exsoldados venezolanos (entre 150 y 300, según distintas versiones) que habían desertado y huido a Colombia. Estaban organizados por el exgeneral chavista Clíver Alcalá (que también desertó de Maduro y ahora está encarcelado en EEUU e imputado por narcotráfico). Debían ser equipados y entrenados por Goudreau, pero entrenaban con palos de escoba y dependían de las donaciones de otros exiliados, no tenían agua potable ni comida suficiente e, incluso, tuvieron que deshacerse de los famélicos cinco pastores belgas que tenían para detectar explosivos. Y el 23 de marzo, la policía colombiana se incautó de un cargamento de armas destinado al «ejército rebelde».

El domingo, cuando el plan de meter a unos 60 hombres en Venezuela se puso en marcha, y ya con muertos y detenidos, Goudreau lo aireaba en las redes sociales. Puestos a sumar fiascos en una operación que Caracas asegura que tenía infiltrada, una de las imágenes del armamento incautado el fin de semana incluye la imagen de un rifle de aire comprimido de balines.

SERIAS IMPLICACIONES / Lo ocurrido, no obstante, tiene implicaciones serias. En varias entrevistas, Goudreau ha asegurado que tenía un acuerdo con Guaidó y ha facilitado un documento con la supuesta firma del líder opositor y una grabación en la que, según The Washington Post, se oye a Guaidó decir: «Estamos haciendo lo correcto por el país. Estoy a punto de firmar».

Aunque Guaidó ha negado su implicación, J. J. Rendón, el asesor político exiliado en Miami al que, en agosto del 2019, puso al frente de un «comité estratégico» envuelto en secreto, ha confirmado en varias entrevistas que hubo un acuerdo «exploratorio» con Goudreau el 16 de octubre. Guaidó «estaba diciendo que todas las opciones estaban sobre la mesa, y por debajo de la mesa, ya estábamos cumpliendo ese propósito», ha declarado al Post Rendón, que aunque asegura que Guaidó no firmó el acuerdo, sí ha reconocido que él personalmente pagó 50.000 dólares a Goudreau para «gastos».