Un año. Un año de esa foto para abrir los ojos al mundo, un año de esa imagen que tenía que cambiarlo todo… y que no ha cambiado nada. El2 de septiembre del 2015 el diminuto cuerpo sin vida de Aylan Kurdi llegaba a la orilla de la playa turística de Bodrum, enTurquía. El niño, de 3 años, había muerto ahogado junto a su madre, su hermano y otras nueve personas al hundirse los botes que debían llevarlos a la isla griega de Kos, entrada a Europa y a un ansiado futuro.

Pero el pequeño Aylan no llegó tan siquiera a Grecia. Y allí, en la arena, tumbado boca abajo, con su camiseta roja y pantalón azul aún empapados por las aguas del Mediterráneo, fue cuando la fotógrafa Nilüfer Demir, de la agencia turca Dogan, decidió tomar la fotografía. “La única cosa que podía hacer era conseguir que su protesta se escuchara”, explicó Demir en una posterior entrevista, y añadió: “En ese momento, creí que sería capaz de lograrlo presionando el obturador de mi cámara, y tomé su foto”.

En tan solo unas horas, la sobrecogedora imagen dio la vuelta al mundo. Al igual que Demir, los medios decidieron mostrar la tragedia. Las redes sociales se incendiaron, las consciencias de Occidente despertaron y, por un momento, pareció que la cruel realidad de la crisis de los refugiados, representada por Aylan, iba a vivir un punto de inflexión. Un año después de la muerte de Aylan, sin embargo, otros 423 niños han perdido sus vidas en medio del mar Mediterráneo, según ha informado la organización Save the Children. Los ojos del mundo, de nuevo, están cerrados.

LOS OTROS AYLAN

Casi 5 millones de personas, entre ellos la familia Kurdi, se han visto obligadas a huir del horror de la guerra en Siria desde el 2011. Los padres de Aylan habían decidido marchar de Kobani, localidad en el norte del país y escenario de constantes enfrentamientos entre las guerrillas kurdas y el Estado Islámico.

Según el relato del padre de Aylan, único superviviente de la familia, los Kurdi pagaron 4.000 euros para subirse a un bote que los llevara a Europa. Otros se quedaron atrás, resistiendo, sobreviviendo. Pero ya sea dentro o fuera de su país de origen, en el mar, bajo las bombas o, una vez en Europa, en campos de refugiados o detenidos por las alambradas erigidas entre fronteras, los niños se han convertido en tristes protagonistas de esta historia.

Estas son otras fotografías que, como la de Aylan, se han convertido en iconos del drama en Siria y la crisis de los refugiados:

“PARECÍA UN MUÑECO”

(CHRISTIAN BUTTNER / REUTERS)

A finales del pasado mes de mayo, la oenegé alemana Sea Watchencontró el cuerpo sin vida de un bebé anónimo en un bote salido delpuerto libio de Sabratha. Martin, uno de los voluntarios, lo sacó del agua. “Lo saqué por el brazo y lo abracé para darle calor como si aún estuviera vivo. Parecía un muñeco”, contó a Reuters.

El pequeño fue uno de los 45 pasajeros del bote que perdieron la vida ese día. Otros 135 fueron rescatados por la marina militar italiana y la organización alemana. Esta última decidió hacer pública la imagen: “Después de debatir si era ético decidimos publicar la foto para presionar a la clase política y evitar que otros sigan su mismo destino”, aseguró entonces a EL PERIÓDICO Ruby Hartbrich, portavoz y voluntaria de la organización, según informó Carles Planas Bou.

JUGANDO EN IDOMENI

(ROBERT ASTORGANO)

"Quiero que mi fotografía trasmita lo que está pasando, la falta de medidas, la desesperación y el abandono". Así explicaba el fotógrafo barcelonés Robert Astorgano en marzo el porqué había decidido tomar la fotografía de un niño sirio jugando en un caja de cartón en el campo de refugiados de Idomeni, en el norte de Grecia.

El pequeño era uno de los 4.000 niños que en marzo se calculaba vivía en Idomeni, el 40% de un total de 12.000 personas para un campo acondicionado para acoger a 1.200. "Es chocante verles jugar y reír en ese entorno”, decía Astorgano, “pero es que tienen una vida y la tratan de llevar a cabo en la medida de lo posible”.

(AFP / ARIS MESSINIS)

La travesía marítima entre Turquía y Grecia, de nuevo, convertida en trampa mortal, y las costas del Mediterráneo, en cementerio.

A finales de octubre del año pasado, las olas del mar devolvieron elpequeño cuerpo de otro niño sin vida a la costa de la isla helena de Lesbos. Los cuerpos de algunos de sus compañeros adultos también fueron arrojados a la arena por las olas.

DESESPERACIÓN EN LA FRONTERA

(DARKO VOJINOVIC / AP)

En agosto del 2015, el Gobierno de Macedonia cedía finalmente ante las críticas y la presión extranjeras y abría su frontera con Grecia para que, “gradualmente”, los miles de refugiados estancados en el campo de Idomeni pudieran seguir su camino hacia el centro de Europa.

La imagen, de Darko Vojinovic, muestra cómo un padre agarra desesperadamente a su hijo delante de la frontera, vigilada por la policía. Los días anteriores las fuerzas de seguridad del país báltico habían rociado con gases lacrimógenos a miles de refugiados.

CONFUNDIDO Y ATURDIDO

(ALEPPO MEDIA CENTRE)

Omran Daqneesh, 5 años. Las imágenes de cómo el niño sirio era rescatado de los escombros de su casa en la ciudad de Alepo estremecieron al mundo hace tan solo unas semanas.

Confundido, aturdido y con la cara llena de sangre, el niño no derramó ni una lágrima mientras un miembro de los llamados Cascos Blancos lo sentaba dentro de la ambulancia. Omran se salvó, pero su hermano mayor, de 10 años, murió a causa de las heridas del bombardeo del régimen sirio, o sus aliados rusos, que destruyó su casa.

Al igual que la fotografía de Aylan, la imagen de Omran ha vuelto a tener un gran impacto mediático a nivel internacional. No obstante, “la memoria colectiva siempre es de corto plazo", decía el ilustrador mexicano Eduardo Salles en uno de los miles de dibujos que circularon por las redes cuando el pequeño de 3 años apareció sin vida en la costa turca.

En el aniversario de su muerte, el padre de Aylan, Abdullah Kurdi, ha denunciado la continuada pasividad del mundo. El año pasado “todos querían hacer cualquier cosa a causa de la foto que tanto les había conmovido”, ha dicho al diario alemán ‘Bild’. “¿Pero qué pasa ahora?”, ha dicho, para añadir:“Continúa muriendo gente y nadie hace nada”.

"YO SOBREVIVÍ, OTROS 423 NIÑOS NO"

Precisamente para pedir a los gobiernos europeos que cambien sus políticas y ayuden a los refugiados a llegar a su destino a salvo, la oenegé Save the Children organizó el jueves un acto delante del edificio del Congreso de los Diputados, en Madrid.

Se inflaron un total de 423 globos rojos, uno por cada una de las víctimas infantiles que han muerto ahogadas desde septiembre del 2015. Y en el centro de la imagen, otro refugiado, otro niño, Said. También sirio, el pequeño, de ocho años, hace un año que vive en Getafe con su padre y su hermano.

El martes, delante del Congreso, Said sostenía un cartel que decía: “Yo sobreviví, otros 423 niños no”.

(AP / PAUL WHITE)