Ya es oficial: los palestinos han descendido a la división del olvido, la misma de los saharauis y los rohinyás, entre otros pueblos ignorados por un mundo que se mueve al ritmo trepidante del dinero y de los intereses inconfesables. Donald Trump ha legalizado las colonias judías en los territorios palestinos ocupados por Israel en la guerra de los seis días. Es una bofetada al Derecho internacional, a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, de las que EEUU es garante, y un precedente que se suma a otros dos precedentes peligrosos del unilateralismo estadounidense: la entrega a Israel de los Altos del Golán (ocupados a Siria) y el traslado de su embajada en Tel-Aviv a Jerusalén, que equivale a un reconocimiento de capitalidad.

Deberían leer Next (Anagrama, 2002) de Alessandro Baricco. Reúne artículos sobre la globalización y el mundo futuro. Me llamó la atención una de sus reflexiones sobre el 11-S; decía que los atentados nos enseñaban que el más fuerte también es vulnerable en la ley de la selva. Lo contrario a la ley de la selva sería el Estado de derecho, el corpus de tratados y convenios internacionales aprobados tras la segunda guerra mundial. ¿Puede el país que dice ejercer el liderazgo ético del mundo libre saltarse esa legislación? La respuesta es sí. Estos virajes no tienen efecto inmediato, pero sí un precio. Son la piedra lanzada en un estanque; hay que esperar a que las ondas se multipliquen. Sucedió en Afganistán con el apoyo a los muyahidines contra el imperio soviético. De aquellas ayudas nació Al Qaeda.

La legalización unilateral de las colonias es la antesala de la anexión del 80% de Cisjordania por parte de Israel, un viejo anhelo de Binyamin Netanyahu -ahora en graves problemas legales- y de los sionistas revisionistas. Sueñan con un Israel bíblico, sin palestinos. Su problema es cómo expulsar de su tierra a tres millones de personas. Ya no estamos en 1948.

No habrá una tercera intifada porque la población palestina está exhausta. Su líder, Mahmud Abbás, es un hombre sin carisma y desprestigiado. No existen líderes alternativos en libertad. Los más capaces están en la cárcel (Marwan Bargouti) o muertos. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) es un cascarón vacío que alimenta la corrupción y el desánimo.

Edward Said, uno de los grandes intelectuales palestinos, era experto en poscolonialismo, una materia interesante en estos tiempos de neocolonialismo rampante. Su especialidad le venía de cuna, nació en Jerusalén en 1935 en el mandato británico en Palestina. Una de sus propuestas más provocadoras era renunciar a la ANP -lo dijo con Yasir Arafat al frente de este autogobierno- y solicitar en masa la nacionalidad israelí, sumarse a los 1,8 millones de árabes-israelís que viven en Israel. Representan cerca del 20% de la población de Israel. Los sectores más ultras, incluido Netanyahu, los consideran un caballo de Troya.

Tras la decisión de Trump, la idea de Said parece actualizarse. Sumar los más de tres millones de palestinos cisjordanos a los casi dos millones de árabes-israelís supondría un Estado de casi 12 millones de habitantes con cinco no judíos.

Dejemos Gaza aparte, porque está más cerca de El Cairo que de Ramala (sede de la ANP). Los cinco millones de palestinos con nacionalidad israelí podrían votar, elegir diputados y alcaldes. Si se añade la tasa de natalidad, muy elevada entre los palestinos y los judíos ortodoxos, la tendencia favorecería el sorpasso palestino en unas décadas. Colocaría a Israel en la disyuntiva de elegir entre una democracia -una persona, un voto- o un Estado judío tan teocrático como el iraní. Edward Said fue un provocador inteligente.

Campaña BDS

En Israel preocupa hoy la campaña internacional de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS). La justicia europea ha fallado que los productos israelís deberán indicar en la etiqueta su origen, para que el consumidor sepa si se trata de un producto que procede de un territorio ocupado. El Gobierno de Tel-Aviv ha anunciado su desobediencia al fallo. Es lo lógico si desoye con total impunidad las resoluciones de la ONU que son contrarias a sus intereses.

Trump y las tesis de Netanyahu -si sobrevive políticamente- parecen ganar por goleada en la actual la ley de la selva, de barra libre desde la crisis del 2008. Mientras suman triunfos a corto plazo, alimentan la antipatía general. Ser el más fuerte tiene ventajas, y el inconveniente de que hay que serlo siempre, 24 horas al días, siete días por semana. Un descuido y estarán acabados. No es una tragedia, es el destino de todos los emperadores.