Si uno escucha y cree al presidente de Estados Unidos pensaría que «la plaga» del coronavirus «se está yendo». Los datos, sin embargo, desmienten una vez más, y con contundencia, a Donald Trump. La pandemia está más fuerte que nunca y fuera de control en EEUU.

El foco de nuevos brotes que durante meses hizo de Nueva York el epicentro se ha trasladado ahora a varios estados del sur y del oeste, incluyendo los más poblados de California, Florida y Tejas. Se propaga vertiginosamente y cada día es peor que el anterior en lo que respecta a contagios pero, también, a hospitalizaciones. Solo el miércoles se registraron más de 38.000 contagios, el número más alto desde que empezó la crisis. Y los casos confirmados en EEUU se acercan ya a los 2,4 millones y los fallecidos, a 122.000. Son el 25% de las muertes en todo el mundo en un país que representa el 4% de la población global.

SISTEMA AL LÍMITE / Quizá no haya mejor imagen para explicar la desconexión entre el presidente y la realidad, lo peligroso de su fantasía y las consecuencias de su negacionismo y su falta de liderazgo nacional que observar dónde pronunció el análisis el martes: el espacio cerrado de una megaiglesia de Phoenix (Arizona) abarrotado por unos 3.000 jóvenes, la mayoría de ellos, como Trump, sin mascarilla, elemento de protección cuyo uso está lastrado en el país por su reconversión en símbolo político.

Paradójicamente el templo se llama Dream City, pero la urbe y el estado sureño son ahora uno de los escenarios de pesadilla pandémica estadounidense que quita el sueño a los expertos y que está forzando a muchas autoridades a pisar el freno en las reaperturas y moderar una desescalada que, a todas luces, llegó precipitadamente.

En al menos 26 estados las cifras suben y al menos siete han batido sus récords de hospitalizaciones, un problema que está poniendo al límite a los sistemas médicos, justamente el reto que impulsó inicialmente las medidas de confinamiento de autoridades locales. Y jóvenes como los que aplaudían a Trump son uno de los grupos en los que están registrándose más contagios, un motivo de alarma. Pueden enfermar menos o con menor gravedad, como ha señalado en The Washington Post la epidemióloga Jennifer Nuzzo del centro Johns Hopkins, pero «lo están extendiendo» y puede ser solo cuestión de tiempo que «alcance a gente más mayor y vulnerable, que es más probable que muera».

«RALENTIZAR LAS PRUEBAS» / Fue en la megaiglesia de Phoenix (cuyos líderes aseguraron sin credibilidad haber instalado un sistema de renovación de aire que eliminaba el virus) donde Trump reiteró la falsedad de que el aumento de casos se debe al incremento en los test y aseguró que la estrategia de contención era «ralentizar las pruebas». Aunque su entorno se apresuró a tratar de justificar que era un comentario jocoso, Trump insistió un día después. «No bromeo», dijo. Y ayer reincidía en Twitter, hablando del «virus chino» y de «noticias falsas»: «Los casos suben por nuestras grandes pruebas», escribió.

También en este caso la realidad le lleva la contraria: sí ha subido el número de contagios detectados en EEUU, donde se han llegado a hacer cerca de medio millón de test diarios, pero también en muchos casos aumenta el porcentaje de pruebas que dan resultados positivos.

La Administración sigue empeñada en poner el foco en «señales alentadoras», según la expresión que usó el vicepresidente, Mike Pence. Para Trump, y para Pence, una es que el número de fallecidos no ha subido tanto como el de casos y hospitalizaciones, pero también ahí los expertos avisan de lo equivocado de confiarse. «Las muertes siempre se demoran considerablemente por detrás de los casos», advertía el doctor Anthony Fauci. La disonancia entre la Casa Blanca y la realidad está creando cacofonías dentro del Partido Republicano. Congresistas conservadores de Tejas han pedido a la Administración que no siga con su plan de retirar financiación federal a siete lugares de pruebas en su estado, parte de los 13 en el país a los que va a dejar sin fondos. Hay preocupación por el impacto que la pandemia y la mala gestión pueda tener en la campaña de reelección de Trump en las elecciones de noviembre.

Y no son solo gobernadores demócratas de los estados más afectados los que están pisando el freno en la relajación de medidas. En Tejas, por ejemplo, el gobernador Greg Abbott impuso restricciones a reuniones al aire libre de más de 100 personas.