Amal al Masri describe su pueblo con detalle mientras bebe un té humeante en el campo de refugiados palestinos de Shatila, en Beirut. Habla de Ja'uneh, situado en el norte de Israel. Ella nació en la capital libanesa en 1955 y nunca lo ha pisado, pero su familia procedía de esa aldea ubicada en Palestina antes de mayo de 1948. "Era muy bonita, famosa por sus olivos, estaba en la montaña, en la Palestina que perdimos", relata Amal evocando las historias que oyó de sus padres.

Su familia huyó de Ja'uneh en mayo de 1948, ante el inminente ataque de las fuerzas judías y tras masacres en pueblos palestinos como Deir Yassin. Los vecinos que resistieron fueron expulsados en camiones un mes después por las Fuerzas de Defensa de Israel, en la guerra contra una coalición de países árabes, tras la proclamación del Estado de Israel.

"Queremos volver a nuestra tierra, que fue entregada por otros países a los sionistas", afirma Amal en referencia al Plan de Partición para Palestina, aprobado el 29 de noviembre de 1947 por la Asamblea General de la ONU, como resolución 181, por 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones. Varios países confesaron haber recibido fuertes presiones y amenazas por parte de Estados como EEUU para que votaran a favor del plan.

División en dos Estados

El Reino Unido había solicitado a la ONU que determinara el futuro de Palestina, bajo mandato británico colonial de abril de 1920 al 14 de mayo de 1948. La propuesta adoptada contemplaba la división del territorio en dos Estados, uno judío y otro árabe -entre los que se preveía una unión económica- y un 'corpus separatum' con un régimen internacional para el área de Jerusalén, que incluía Belén.

Al Estado judío se le otorgó el 55% de la tierra. Los judíos representaban el 33% de la población palestina, pero se esperaba un alud de inmigrantes. Un importante número de árabes vivía en zonas adjudicadas a los judíos. Los árabes eran el 67% de los habitantes y al Estado árabe se le concedió el 45% del territorio, donde había un pequeño número de judíos.

La Agencia judía y la mayoría de líderes sionistas aceptaron oficialmente el plan, aunque no les satisfacía. Las milicias sionistas como Irgún y Lehi lo rechazaron porque no concedía a los judíos la totalidad de la que consideraban su tierra.

"Para nosotros fue un momento histórico de gran alegría, el reconocimiento de nuestros derechos y Estado independiente, estábamos dispuestos a vivir en un país pequeño. Lo importante es que era nuestro y teníamos el reconocimiento internacional. Eso nos pareció suficiente, la perspectiva judía era muy positiva, pero las cosas cambiaron por el rechazo árabe" del plan, asegura Emmanuel Nahshon, portavoz del ministerio de Exteriores de Israel.

Los líderes palestinos y los gobiernos árabes se opusieron a la propuesta porque “violaba el principio de autodeterminación de los pueblos que recoge la carta de la ONU”.

Derecho a la autodeterminación

El portavoz de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Ashraf Khatib alega que el rechazo se produjo porque "el pueblo palestino había pedido implementar su derecho a la autodeterminación durante décadas y, en cambio, Palestina se dividía, la mayoría de la población recibía la minoría de su propia tierra y se perdían áreas muy valiosas como la frontera con Siria o el puerto de Haifa".

"Se legitimaba la estrategia colonialista británica de cambiar el statu quo de Palestina ignorando los deseos y derechos de la población indígena", indica Khatib.

Según él, "el movimiento sionista no planeaba respetar la partición. La mayor prueba de ello es que antes del 14 de mayo de 1948 y de que ningún ejército árabe entrara en Palestina, las milicias sionistas ya habían desplazado a casi 400.000 palestinos. Muchas de las operaciones militares sionistas fueron en áreas que tenían que estar bajo control árabe palestino o internacional, como Jaffa, partes de Galilea y Jerusalén", subraya Khatib.

Varios académicos israelíes, como Avi Shlaim, del grupo de los Nuevos Historiadores, que rebaten la versión oficial israelí de la historia del país, defienden que los líderes sionistas tenían intención de expandir las fronteras de Israel, basándose en declaraciones de dirigentes como David Ben Gurion, el principal fundador del Estado de Israel.

Mantener el orden

El profesor e historiador Menachem Klein apunta que "el plan de partición recogía la Declaración Balfour (de 1917, en la que Londres prometió al movimiento sionista la creación de "un hogar judío en Palestina") y hablaba de un Estado árabe, sin mencionar palestino. Transjordania (luego Jordania) pretendía utilizar esto para conseguir la soberanía sobre el nuevo Estado árabe y negoció con el movimiento sionista". Según el pacto, el rey transjordano se quedaría con la parte árabe de Palestina, los judíos crearían su Estado y firmarían la paz.

Tras la aprobación estalló una ola de ataques y enfrentamientos entre árabes y judíos. Los británicos, que tenían la obligación de mantener el orden, organizaron su retirada -que se produjo de forma prematura y a toda prisa- e intervinieron solo de forma ocasional.