Incluso sin el ingrediente atípico de una epidemia, las elecciones municipales eran un reto para Emmanuel Macron al ser el primer test en las urnas tras la agitación social de los chalecos amarillos y las protestas por la reforma de las pensiones. La joven formación del presidente francés, nacida un año antes de llegar al Elíseo en el 2017, la República en Marcha (LREM), se marcó objetivos modestos consciente de su falta de arraigo territorial, pero es improbable que dibujara un escenario tan aciago.

El coronavirus alteró la campaña, provocó una abstención récord del 56% en una primera vuelta celebrada en medio de la polémica el 15 de marzo, y obligó al Gobierno a posponer la segunda y definitiva vuelta que será el próximo domingo, 28 de junio.

En los tres meses que habrán pasado entre una y otra cita, LREM ha protagonizado su primera escisión en la Asamblea Nacional, donde en tres años ha perdido a 33 diputados, el 10% de los 314 que le dieron la mayoría absoluta.

El último portazo lo dieron en mayo 17 diputados de la izquierda y de formaciones ecologistas al crear un noveno grupo parlamentario. Siete eran miembros de LREM, así que el partido presidencial se queda con 288 diputados, perdiendo la mayoría absoluta.

El partido encajó otro duro revés cuando Gérard Collomb, exministro del Interior y un gran apoyo para Macron, retiró su candidatura a la metrópoli de Lyon tras pactar con la derecha. Así, el partido llega enormemente debilitado a las urnas y con pocas opciones de gobernar alguna de las grandes urbes del país.

En cuanto a la desescalada, a dos semanas del final del curso académico, todos los alumnos de infantil, primaria y secundaria vuelven hoy a las aulas de manera obligatoria en Francia. El ministerio de Educación ha dado por terminada la enseñanza a distancia puesta en marcha por el coronavirus y rebaja las exigencias del protocolo sanitario. La distancia social desaparece en infantil y se rebaja a un metro en los demás cursos.