La extrema derecha ha vuelto a asestar un nuevo golpe sobre el tablero político alemán. Como pronosticaban todos los sondeos, el partido Alternativa para Alemania (AfD) se ha convertido en el gran vencedor de las elecciones que se celebraron ayer en los estados federados de Sajonia y Brandeburgo, al este del país, donde lograron un 27,8% y un 23,5% de los votos respectivamente.

Y es que aunque, según los sondeos a pie de urna, no lograron arrebatar la primera posición a conservadores (CDU) y socialdemócratas (SPD), los ultranacionalistas certificaron su relevancia política y su predilección por los antiguos estados de la Alemania oriental. Aunque sus cifras se dispararon un 18,1% y un 11,3% respecto a los anteriores comicios regionales del 2014, en los federales del 2017 ya advirtieron de su potencial con resultados similares.

Estas elecciones dejan la enésima lección de que algo falla en el bipartidismo alemán. Sin embargo, a pesar de su peor resultado histórico, tanto la CDU de Angela Merkel como el SPD han conseguido sobrevivir y conservar una hegemonía en sus feudos que les mantendrá en el gobierno.

En Sajonia los conservadores retuvieron el poder con un 32,8% de los votos mientras los socialdemócratas recularon hasta el 7,6%. En Brandeburgo, los socialdemócratas hicieron lo propio con un 26% de las papeletas mientras los conservadores se quedaron con un 15,6%.

Estas elecciones podían poner en jaque el ejecutivo de Berlín. A mediados de octubre ambas formaciones deben evaluar su acuerdo de gobierno y aunque tanto CDU como SPD vuelven a desangrarse esa primera posición da presumiblemente un respiro que permitiría mantener la Gran Coalición intacta hasta su final de mandato en 2021.

Aunque su aumento fue menor de lo pronosticado, los Verdes crecieron hasta un 10,8% de los votos en Brandeburgo y un 8,2% en Sajonia. A estas cifras hay que sumarle grandes resultados electorales en otras regiones del país que lo sitúan ya como principal referente del centro-izquierda nacional, avanzando un SPD en caída libre.

Estas elecciones ilustran especialmente como el cambio de rumbo verde es ya una fortalecida realidad en toda Alemania. Durante años tanto Brandeburgo como Sajonia habían sido un territorio hostil para el partido. Eso se debía a que ambas regiones dependían significativamente de la minería del lignito, el carbón más contaminante. Pescar votos en este mar es una gran noticia para una formación que pasa de pelearse por no perder su representación parlamentaria en el Este a convertirse en socio clave de futuros gobiernos.

Cambio de protesta / El progresivo abandono de las minas tras la reunificación contribuyó al aumento del paro en una zona del país ya marcada por la frustración y el descontento. Esas condiciones, así como el hecho de que se trata de antiguo territorio de la Alemania socialista, catapultaron a Die Linke, la izquierda heredera de los movimientos sindicalistas. Sin embargo, el surgimiento de AfD le ha comido parte de ese voto protesta. Como resultado, la formación se ha desplomado en su bastión, Sajonia, hasta un 10,2% de los votos y en Brandeburgo hasta el 10,8%.

La mayor fragmentación del arco parlamentario dificultará la formación de un gobierno estable en ambos Estados. Y aún más si tenemos en cuenta que todos los partidos rechazan pactar con AfD, los grandes vencedores. En este complejo equilibrio numérico los expertos señalan que en Brandeburgo se podría dar un tripartito de izquierdas entre SPD, Verdes y Die Linke (como ya sucede en la vecina Berlín), mientras que en Sajonia podría darse la llamada Coalición Kenia entre CDU, SPD y Verdes (como ya sucede en la vecina Sajonia-Anhalt).

El ascenso de la ultraderechista AfD servirá para presionar a los conservadores para que abandonen su bloqueo y se abran a negociar. Los acuerdos, como celebraba Andreas Kalbitz, líder ultra en Brandeburgo, son solo cosa de tiempo: «Tarde o temprano se abrirán a pactar con nosotros si quieren sobrevivir».