Ganadas las calles, los jóvenes hongkoneses quieren llevar la batalla más allá de su pequeña isla. En el G-20, que a finales de semana se celebra en Japón, buscarán que el nutrido gremio de líderes internacionales atienda sus reclamaciones. El cónclave medirá la fortaleza de Pekín, sumida en una fragorosa guerra comercial con Estados Unidos, por apartar de la agenda un asunto que considera innegociablemente propio frente a las previsibles presiones de Washington y Londres.

«Lo que puedo asegurarte es que el G-20 no discutirá sobre Hong Kong. No permitiremos que el G-20 lo discuta», ha aclarado este lunes el Ministerio de Exteriores. «Hong Kong es una región administrativa especial de China. El asunto hongkonés es puramente un tema interno de China y ningún país extranjero tiene derecho a intervenir», ha añadido. «No importa en qué lugar, ni utilizando qué métodos, nunca permitiremos que ningún país ni persona interfiera en los asuntos internos chinos», ha finalizado Zhang Jun, funcionario del ministerio.

La excolonia ha superado sus dos semanas más convulsas de los últimos años. Los hongkoneses han ocupado las calles hasta cuatro veces para protestar contra la inquietante ley de extradición, que muchos juzgan que atenta contra la independencia judicial isleña. La ley ha sido tumbada por la presión y la jefa ejecutiva, Carrie Lam, ha encadenado crudas disculpas que no han ablandado a los jóvenes.

El Frente Civil por los Derechos Humanos, que ha organizado las últimas protestas en Hong Kong, ha llamado a la ciudadanía para que vuelva a las calles mañana. La manifestación, en las vísperas de la cumbre de Kioto, ha sido bautizada como «G-20 Free Hong Kong» y busca presionar a Lam y Xi Jinping, presidente chino, para que escuchen sus reclamaciones. El organizador, Jimmy La, ha desdeñado como «ridículas» las previas declaraciones ministeriales con una metáfora sobre la violencia doméstica. «Es como si una persona muestra graves tendencias violentas y golpea a los miembros de su familia, pero pide a sus vecinos que no interfiera en sus asuntos propios. »¿Es eso razonable?”, ha afirmado en el diario local South China Morning Post. Hasta la ciudad japonesa se desplazarán activistas para hacerse oír. Andy Chan, miembro del ilegalizado Partido Nacional de Hong Kong, pidió el sábado a sus conciudadanos que acudan a las manifestaciones programadas en Osaka.

El principio de no interferencia en asuntos ajenos es sagrado en la diplomacia china: ni Pekín influye en otros gobiernos ni permite que estos lo hagan en su negociado. La internacionalización del conflicto en el G-20 sería interpretado como un casus belli. La prensa china ha acusado en las últimas semanas a «fuerzas extranjeras» no precisadas de estimular el caos en la isla.

Guerra comercial / Kioto es la última oportunidad para que Donald Trump y Xi Jinping alcancen algún acuerdo sobre una guerra comercial instalada en una espiral ascendente. Ambos se han esforzado en acumular munición: Xi viajará con el tema norcoreano en la cartera, mientras Trump cuenta con Hong Kong, Taiwán o Huawei. El presidente estadounidense, que sintió toda la ira china cuando años atrás coqueteó demasiado con Taiwán, ha sido más prudente esta vez con Hong Kong. No ha apoyado las protestas y se ha limitado a aplaudir su «eficiencia». Pero el secretario de Estado, Mike Pompeo, avanzó días atrás en una entrevista que Trump sacará el tema en Kioto.

La estrategia de internacionalización sigue en paralelo a la presión interna. Cientos de estudiantes han ocupado esta mañana la principal sede fiscal pidiendo la liberación de los detenidos por disturbios y bloqueado el acceso al edificio. Durante la protesta se han vivido enfrentamientos entre jóvenes y ciudadanos que no han podido hacer sus gestiones.