Subida a los hombros de Stephen Jackson, un exjugador de la NBA, una niña negra de seis años dice: “¡mi papi ha cambiado el mundo!”. Esa niña es Gianna Floyd, que el martes estuvo en St. Paul, la ciudad gemela de Minneápolis, donde el 25 de mayo su ‘papi’, George Floyd, murió en un caso de brutalidad policial que ha encendido en Estados Unidos la mecha de protestas ante la injusticia racial. Y quizá el mundo no ha cambiado, pero el impacto del caso de Floyd ha transformado por ahora el país, recorrido por una ola de activismo cívico sin comparación en décadas.

Pasan los días y no cesan esas protestas de costa a costa, en grandes urbes y pequeñas ciudades. Al contrario, crecen en lugares como Nueva York, Los Ángeles, Filadelfia o Portland las manifestaciones, multitudinarias y pacíficas de día, más minoritarias y complicadas cuando entran en vigor los toques de queda impuestos en más de dos docenas de urbes. A partir de esos momentos se intensifica la tensión con las fuerzas del orden y los arrestos y se repiten actos vandálicos, cada vez más esporádicos. Solo en Nueva York, donde hubo de nuevo escenas de pillaje, aunque menos que en días anteriores, hubo 300 detenidos.

Incluso en Washington DC, la respuesta el martes a la demostración de fuerza bruta desplegada la víspera en las puertas de la Casa Blanca, donde se lanzaron gases lacrimógenos contra manifestantes pacíficos para facilitar una criticada operación de imagen del presidente Donald Trump frente a la iglesia de San Juan, fue la salida a las calles de más gente que el día anterior.

Tensión entre la Casa Blanca y el Pentágono

Ese episodio ha provocado rechazo en buena parte de la comunidad religiosa pero también en la militar y se está abriendo una batalla entre el Pentágono y la Casa Blanca, especialmente por la amenaza de Trump de usar al Ejército contra las protestas de ciudadanos estadounidenses invocando la Ley de Insurrección de 1807. El secretario de Defensa, Mark Esper, ha mostrado públicamente este miércoles su rechazo a esa posibilidad, mostrando su preferencia por seguir desplegando como hasta ahora a los reservistas de la Guardia Nacional.

“La opción de usar fuerzas en activo en papeles de aplicación de la ley solo debe usado como última opción y en las situaciones más urgentes y extremas. No estamos en ninguna de esas ahora y no apoyo invocar la Ley de Insurrección”, ha dicho Esper. En sus comentarios, que según las primeras informaciones han puesto furioso a Trump, Esper también se ha distanciado de los hechos del lunes, por los que ha sido fuertemente criticado, incluyendo en una carta abierta de dimisión de un miembro de una junta científica, James Miller, que le ha dicho que “quizá no fue capaz de frenar que Trump dirigiera este espantoso uso de fuerza pero podía haber optado por oponerse (y) en cambio lo apoyó visiblemente”. “No sabía que iba a haber un posado para una foto”, ha justificado el jefe del Pentágono, que afirma que intenta mantener el departamento “apolítico".

Muy duro ha sido el exjefe del Pentágono James Mattis, que ha acusado a Trump de "intentar dividir" al país y de abusar de su autoridad al "militarizar la respuesta a las protestas" por la violencia policial contra los negros. En un comunicado publicado en la revista "The Atlantic", Mattis ha sido muy duro cona Trump. "Es el primer presidente que he visto durante mi vida que no intenta unir al pueblo estadounidense, y ni siquiera finge hacerlo. En cambio, intenta dividirnos. Estamos presenciando las consecuencias de tres años sin un liderazgo maduro", ha escrito

Cambios en Minneápolis

Mientras, en Minneápolis, cada vez hay más señales de vuelta a la normalidad. Las manifestaciones persisten, aunque con intensidad reducida. En las zonas más afectadas por estallidos de violencia la semana pasada hoy domina el trabajo de limpieza. Las televisiones locales han vuelto a la programación habitual. Los autobuses volvían a circular y los cercanías lo harán el jueves.

Puede ser, no obstante, una nueva normalidad y el estallido de ira y hartazgo de los últimos días es una semilla que ha empezado a dar algunos frutos. El martes el sistema escolar de la ciudad anunció que rompe el contrato con el Departamento de Policía para ofrecer seguridad en los colegios. Y el Departamento de Derechos Humanos del estado de Minnesota anunciaba que, por primera vez, lanza una investigación de la policía de la ciudad para estudiar legalmente su potencial vulneración de los derechos civiles.

Ese anuncio fue recibido inicialmente con escepticismo por activistas locales, sospechosos de que pueda ser un gesto simbólico con poca traducción en cambios reales, pero la comisionada de Derechos Humanos, trató de darles garantías de que será algó más. “No es un informe”, dijo Rebecca Lucero, que dirigirá la investigación. “Es algo que dará como resultado acciones legales y requerirá cambios. No trata de asignar responsabilidades criminales individuales a personas, es sobre cambio de sistemas”.