Tsai Ing-wen, de 63 años, afronta su segundo y último mandato con los mismos problemas: una economía que dejó atrás su días gloriosos y las presiones chinas para avanzar en la reunificación. Sus logros en lo primero son humildes pero la juventud la ha votado en masa por sus políticas sociales, que incluyen el matrimonio homosexual, la protección de las minorías o las energías verdes.

Tsai, la menor de 11 hermanos, estudió en la prestigiosa Escuela de Economía y Ciencias Sociales de Londres, negoció la entrada de Taiwán en la Organización Mundial del Comercio y se afilió a un Partido Progresista Democrático (PDP, en sus siglas en inglés) esclerotizado que sufriría poco después una derrota histórica. Fracasó en su primer asalto a la presidencia, en el 2012, pero ganó con comodidad cuatro años después.

La primera mujer en alcanzar la presidencia en Taiwán va a contrapelo en la política asiática. Su soltería y ausencia de hijos le ha valido los ataques de los sectores más enmohecidos. También su fortaleza ante Pekín le ha costado calificativos hirientes de la prensa china.