"Nos toca a nosotros dar una nueva casa (partido) a quien no se siente representado", dice Pietro Grasso, de 73 años. Cinco años atrás era el magistrado punta en la lucha contra las mafias, de allí pasó a ser presidente del Senado y para las elecciones del domingo es el candidato a primer ministro por Libres e Iguales (LeU), que reúne a los disidentes del Partido Demócrata (PD). La "casa" a la que alude Grasso es "la de quienes se han quedado atrás en la sociedad".

Al aceptar el liderazgo de la nueva formación de la izquierda, dijo: "Hemos recogido una bandera que estaba por los suelos, pisoteada". Roberto Speranza, uno de los líderes progresistas que se ha pasado a LeU, ha explicado que los del PD "han traicionado un sistema de valores y han provocado una fractura en la sociedad".

La formación dice inspirarse en Antono Gramsci, como por otra parte todos los partidos de la izquierda italiana, y está abierta a católicos, ambientalistas y voluntariado. A quienes les quieren hacen ver que el abanico político ya está ocupado en todas sus versiones, responden que "las propuestas políticas sobre la mesa no satisfacen a los italianos: Berlusconi vuelve después de 20 años (de gobierno), Renzi ha traicionado los valores del centroizquierda y (Beppe) Grillo es incapaz de transformar la rabia (de los indignados) en propuesta".