Corea del Norte ha amenazado con romper el diálogo con el sur y lanzado otro par de misiles. Ha sido una mañana intensa en Pionyang, esforzada en darle a entender a Washington y Seúl que la falta de progresos en el proceso de desnuclearización está menguando su paciencia. Las consecuencias las está pagando el admirable presidente surcoreano, Moon Jae-in, que ha hecho de la pacificación en la península su objetivo vital.

Moon es un insolente vencido por el miedo, ha bramado el Comité para la Reunificación de Pionyang. No tenemos nada más que hablar con las autoridades surcoreanas y carecemos del deseo de sentarnos con ellas de nuevo, ha continuado. Es dudoso que haya alterado más de la cuenta a Moon, un tipo con acreditada paciencia y dispuesto a poner la mejilla cuantas veces sea necesario. Escuchó insultos mucho peores cuando la guerra nuclear parecía inminente: desde Pionyang se le llamaba chacal de Estados Unidos y Donald Trump ridiculizaba su pulsión dialogante.

Pionyang desdeñó como estúpido e imprudente el emocionado discurso de la víspera de Moon. El presidente había anticipado la inminente colaboración económica a ambos lados de la alambrada y la reunificación en el 2045, cuando se cumplirá un siglo de la liberación del yugo japonés. A ambas coreas les han separado muchos asuntos en estas últimas décadas pero siempre han compartido sus lamentos por aquella traumática colonización.

JUEGOS DE GUERRA

La atención de Corea del Norte, sin embargo, está ahora monopolizada por las maniobras militares de Seúl y Washington. Esos ejercicios rutinarios descomponen a Pionyang porque los entiende como un ensayo de invasión a pesar de que el otro bando subraye su carácter defensivo. Sirven de termómetro: Seúl y Washington los suspenden en tiempos distendidos y Pionyang mira hacia otro lado si son reducidos. Pero en la actualidad, con la frustración por un proceso que no avanza, los juzga de nuevo como un 'casus belli'. Esos juegos de guerra, ha alertado, están designados para destruir su régimen.

Esta mañana ha lanzado la sexta ronda de misiles en las últimas semanas. Dos proyectiles han sido disparados desde una base cercana a la ciudad de Tongchon y se han hundido en el Mar Oriental tras volar 230 kilómetros sin alcanzar aguas territoriales japonesas. Los lanzamientos violan las prohibiciones de la ONU pero respetan la moratoria de misiles intercontinentales y ensayos nucleares que pactaron Kim Jong-un y Trump. El presidente estadounidense se ha desmarcado del nerviosismo que esta renovada febril pulsión misilística provoca en sus asesores más beligerantes.

PROCESO DE DESNUCLEARIZACIÓN

Los analistas juzgan estos misiles como una desesperada técnica para llamar la atención de la Casa Blanca y forzarle a colocar el proceso de desnuclearización entre sus prioridades cuando se le amontonan los frentes en su agenda internacional. Trump reveló esta semana que Kim Jong-un le trasladó en una bonita carta personal de tres folios su voluntad para reunirse de nuevo en cuanto concluyan las maniobras militares. También, según Trump, le ofreció una pequeña disculpa por los últimos lanzamientos de misiles.

El proceso de desnuclearización sigue varado desde que ambas partes se marcharan de la cumbre de Hanoi sin acuerdo y con mutuos reproches. Trump y Kim Jong-un, en un breve encuentro posterior en la frontera coreana, acordaron retomar las conversaciones, pero siguen sin reunirse y ni siquiera han acordado un calendario. Pionyang ha dado a Washington hasta final de año para conseguir avances sustanciales o se planteará vías alternativas al diálogo.