Un desfile de masas sin mascarillas no atenta menos contra la etiqueta global estos días que un ensayo nuclear o un misil intercontinental. Corea del Norte se reivindicó como verso libre en la globalización con los fastos del 75 aniversario del Partido de los Trabajadores. Kim Jong-un supervisó desde el palco de la plaza de Kim Il Sung de Pionyang una ceremonia que aunó los preceptivos ingredientes con los inéditos.

Entre los primeros figura el milimétrico paso de la oca de sus tropas, el escaparate de su cacharrería militar y el delirio del público. Y entre los segundos cabe reseñar la nocturnidad: del desfile se sabía que acontecería el sábado y la casuística apuntaba a la mañana, pero el gremio de norcoreólogos y los servicios de inteligencia estuvieron en ascuas hasta que la televisión pública emitió al atardecer las imágenes grabadas en la madrugada anterior. El horario clandestino y la cicatería de las tomas se dan de bruces contra la finalidad de asustar al mundo de los pasados desfiles y subraya el mensaje doméstico. Así se explica el segundo elemento inédito: Kim Jong-un expresó lo más parecido a una disculpa que se recuerda de un líder en un país que les confiere un carácter semidivino y les hace nacer en montes sagrados bajo un doble arcoíris.

Me siento avergonzado por no haber sido capaz de recompensaros por vuestra enorme confianza, confesó a la muchedumbre Kim Jong-un. Mis esfuerzos y mi devoción no han sido suficientes para sacar a nuestra gente de sus dificultades cotidianas, añadió con emoción. También agradeció los esfuerzos de los militares ante los retos del coronavirus y los tifones. No se vieron mascarillas, en contraste con pasados actos públicos en los que participó el líder.

Dificultades

Corea del Norte pasa por dificultades graves incluso para sus estándares. Se desconoce cómo le ha afectado el coronavirus: Pionyang promete que no se ha registrado ningún caso y tanto Seúl como Washington lo niegan. Es seguro que las medidas de prevención han castigado aún más a una economía comatosa. La vigencia de las sanciones internacionales después de más de dos años de negociaciones y las lluvias pertinaces estivales, que han provocado deslizamientos e inundaciones, han impedido que Kim cumpliera su promesa de mejorar las condiciones de vida de su pueblo.

Sin novedades

El discurso fue lo más relevante de un desfile que aguó las expectativas globales. Se esperaba que Corea del Norte mostrara la nueva arma estratégica que Kim había prometido meses atrás. Quizá un misil intercontinental (ICBM, por sus siglas inglesas) con combustible sólido, más fácil de almacenar y disparar que los de combustible líquido. Quizás mejoradas lanzaderas. O incluso nuevos misiles de corto alcance, menos mediáticos pero más temibles en un escenario bélico que sus hermanos mayores. Los expertos militares de todo el mundo escudriñarán en las próximas horas cada píxel para medir los progresos de la carrera armamentista norcoreana. En las imágenes se adivinan unos ICBM, que serían los primeros en ser mostrados en público en más de dos años. Seguiremos reforzando nuestro poder de defensa nacional para una guerra defensiva, aclaró Kim.

La discreción del desfile obedece al momento geopolítico. El proceso de desnuclearización está varado desde que Donald Trump se levantara dos años atrás de la mesa en la cumbre de Hanoi. Trump ha prometido que reanudará las conversaciones tan pronto sea reelegido pero en Pionyang mengua la paciencia ante la falta de avances. El contexto empuja a cualquier desmán norcoreano pero es comprensible que Kim prefiera reservar sus aspavientos hasta pasados los comicios y no malgastarlos con el candidato equivocado.

Kim espera a las elecciones estadounidenses, acumula ya varios meses sin lanzamientos de misiles, ha enviado mensajes de conciliación a Seúl y huye de las provocaciones por el momento, sostiene Ramón Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del King College y experto en Corea del Norte. Con el inédito desfile nocturno, añade, buscaba tanto dificultar las labores de inteligencia como dar una imagen de normalidad. Es el 75 aniversario del partido y tenía que organizar un desfile porque de lo contrario se habrían disparado las especulaciones en el mundo sobre los efectos del coronavirus.