El pasado miércoles, una caravana de coches oficiales palestinos se dirigió desde Ramala a un remoto pueblo del Valle del Jordán. Antes de llegar a Fasail, la caravana fue interceptada por los soldados israelís. Los pasajeros de los vehículos eran el Gobierno palestino en pleno, que tenían la intención de celebrar el Consejo de Ministros semanal en Fasail. Los soldados no les permitieron entrar. Después de un forcejeo entre soldados y guardaespaldas, el jefe del Gobierno, Mohammed Shtayyeh, abandonó el coche, y lo mismo hicieron todos los ministros, para dirigirse andando, a través de una polvorienta carretera, hasta Fasail, donde finalmente se celebró la simbólica reunión ministerial que por enésima vez denunció la ocupación.

El incidente muestra hasta dónde llega el control israelí de la Cisjordania ocupada en la guerra de 1967. La inminente anexión a Israel de partes de Cisjordania no traerá ningún cambio sobre el terreno. El Ejército de ocupación hace y deshace a su antojo, al margen del derecho internacional y de la comunidad internacional.

EL APOYO DE TRUMP / El acuerdo del siglo anunciado en enero por el presidente Donald Trump y el primer ministro Binyamín Netanyahu es simplemente un paso más para ejecutar la desposesión de los palestinos de Cisjordania e imposibilitar el regreso de los millones de palestinos dispersados en la diáspora. Y es un paso en el que han colaborado todos los gobiernos israelís desde que se inició la ocupación ahora hace más de medio siglo.

El momento es óptimo para Israel. El inquilino de la Casa Blanca ha dicho sí a todo lo que le ha planteado Netanyahu, y los países árabes de la región atraviesan por circunstancias excepcionales que hacen depender a sus líderes de Washington, donde la influencia de Israel es desorbitada. Los casos más llamativos son Egipto, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, que se han convertido en los ejecutores de la política exterior de Israel en la región.

En Europa, tanto la cancillera Angela Merkel como el presidente Emmanuel Macron constituyen el apoyo esencial de Netanyahu en un continente que, además de estar dividido, desde hace décadas se limita a formular declaraciones, tratando de no implicarse en el largo conflicto.

Las realidades se imponen de manera determinante. El proceso es sencillo: Israel incrementa con descaro y sin descanso la presencia del Ejército y de los colonos judíos en los territorios ocupados. De vez en cuando la comunidad internacional protesta sin energía, Israel sigue adelante y a continuación argumenta que la realidad es la que es y que no se puede cambiar, de manera que la anexión es la medida más razonable y conforme con el escenario que Israel ha creado.

Los palestinos no pueden hacer nada. En la guerra de 1948 Israel se quedó con el 78%de la Palestina histórica, un buen bocado que a los dirigentes hebreos les parece pequeño.

El acuerdo del siglo prevé la anexión del 30% de ese 22% de territorio donde se debería establecer el Estado palestino. Es posible que la anexión se haga por etapas, aunque en la práctica el Ejército domina todo el 22% de la Palestina histórica, y eso no va a cambiar. Israel plante a anexionar el valle del Jordán pero no a su población palestina: unos 56.000 residentes.

Con la anexión de ese 30%, Israel da de paso un golpe mortal a un hipotético Estado palestino. Los dirigentes de Ramala están amenazando con obligar a Israel a administrar los territorios ocupados, tal como se prevé en la Cuarta Convención de Ginebra. Sobre el terreno, el presidente Mahmud Abás es el principal colaborador de la ocupación.

Abás lleva tres lustros en el poder y no da la impresión de que quiera dar el relevo a nadie. A sus 84 años sigue siendo el dócil mandatario del que siempre desconfió Yaser Arafat. Su colaboración con Israel es sangrante.