George Floyd murió hace 15 días en Minneápolis esposado en el suelo, bajo la rodilla de un policía en su cuello, con su cuerpo sujeto por otros dos agentes y un uniformado más pasivo. Ayer, en Houston, la ciudad donde creció, la policía también tuvo un papel, pero muy diferente. Fue la que escoltó su féretro hasta el Houston Memorial Gardens donde fue sepultado junto a su madre este hombre negro de 46 años, uno de tantos que ha sucumbido bajo una brutalidad policial que castiga desproporcionadamente a los negros en EEUU, pero que ha conseguido galvanizar un movimiento multirracial e intergeneracional de protesta y clamor por la justicia racial.

La procesión pública y el entierro en la intimidad pusieron punto final a otra jornada de homenaje tras las vividas en Minneápolis y en Carolina del Norte, donde nació. Y también en Houston, un día después de que miles de personas pasaran por la capilla ardiente, el funeral en la iglesia The Fountain of Praise sirvió no solo para arropar a la familia sino también para hacer, con familiares de otros fallecidos por brutalidad policial, políticos, celebridades y los otros 500 invitados, una declaración común de que esta vez las cosas deben ser diferentes.

Es lo que dijo el candidato demócrata Joe Biden, que el lunes se reunió con la familia. Tuvo sentidas palabras, especialmente para la hija de seis años de Floyd, pero también un mensaje para la nación. «Demasiados niños negros han tenido que preguntar por generaciones por qué papá no está. ¿Por qué en esta nación tantos americanos negros se despiertan sabiendo que pueden perder su vida simplemente viviéndola?», dijo. «No podemos apartar la mirada del racismo que mancha nuestra alma. América puede hacerlo mejor. No hay otra opción que hacerlo mejor. Es la hora de la justicia racial».