La violencia policial se extiende en las protestas en Israel. Las manifestaciones del pasado sábado en las calles de Tel-Aviv contra Binyamín Netanyahu fueron reprimidas por las fuerzas policiales y acabaron con varios manifestantes en el hospital. En cambio, el domingo los cuerpos de seguridad se enfrentaron con fuerza a judíos ultraortodoxos que se niegan a respetar el confinamiento y las medidas para evitar la propagación de la pandemia. Con 65.063 casos activos de coronavirus y más de 1.700 fallecidos, las autoridades israelís buscan extender el cierre hasta el 14 de octubre tras aprobar la legislación que limita las manifestaciones.

Con una mano sobre el 'shtreimel' (el sombrero que utilizan los ultraortodoxos) para evitar que el impacto del policía lo tumbe, un judío jaredí increpa a las fuerzas del orden al grito de "¡nazis! ¡nazis!". Forma parte de los centenares de miembros de la comunidad ultraortodoxa que el pasado domingo se concentraron en una sinagoga de Jerusalén sin llevar mascarillas o respetar la distancia de seguridad. "Volved a Alemania", les gritaban a las decenas de policías que intentaban dispersar el rezo. Pese a recibir multas, muchos se negaron a marcharse, así que la noche del domingo terminó con 13 detenidos.

En Tel-Aviv, el movimiento Bandera Negra se concentró una semana más para exigir la dimisión del primer ministro israelí por su pésima gestión de la pandemia y sus casos de corrupción. En su décimoquinto encuentro, las protestas fueron reprimidas con violencia tras la prohibición de manifestarse a más de un kilómetro de sus hogares y en grupos de hasta 20 participantes. Miles de personas se concentraron en diferentes puntos del país y 38 fueron detenidas en la capital israelí.

"El Gobierno de Netanyahu está convirtiendo a la Policía en una herramienta política", ha criticado el alcalde de Tel-Aviv, Ron Huldai, quien también sufrió la violencia policial en las manifestaciones del sábado. El primer ministro anunció que el jueves se discutirá la extensión del confinamiento. Las cifras de los últimos días muestran un ligero descenso de los contagios a nivel nacional pero desde el Ministerio de Salud se mantienen cautelosos mientras los datos en la comunidad ultraortodoxa no dejan de aumentar.

20.000 DESEMPLEADOS

Ante uno de los índices de morbilidad más elevados del mundo, Israel decretó un segundo confinamiento el pasado 18 de septiembre en pleno mes de festividades judías. Muchos vieron la medida como un intento de reprimir el movimiento en su contra que lleva meses en las calles y tuvieron lugar varios enfrentamientos en el gobierno de coalición. A su vez, la comunidad ultraortodoxa criticó el cierre por limitar los rezos conjuntos durante el mes sagrado.

Las imágenes de miles de jaredís hacinados en el funeral de un rabino ultraortodoxo demuestran la incapacidad de la policía israelí para controlar a este grupo social, que supone el 40% de los infectados pese a ser el 12% de la población. Los expertos temen que un sistema de salud sobrecargado acabe socavando los servicios sanitarios brindados a los pacientes sin coronavirus. Además, la situación económica sigue empeorando: en apenas cuatro días, se han presentado casi 20.000 solicitudes de desempleo, lo que eleva la cifra total a 936.712 parados.

VIOLENCIA EN LOS ASENTAMIENTOS

Por otro lado, en los asentamientos ilegales de Cisjordania también se han vivido momentos de tensión con los colonos. En los territorios ocupados con 7.286 casos activos y 357 muertes con coronavirus, varias sinagogas en la colonia de Betar Illit han seguido operando sin permiso. La policía intentó dispersar este domingo a las docenas de personas concentradas en los templos pero estas se negaron y respondieron lanzando piedras a las fuerzas del orden. Dos personas fueron detenidas por atacar a las fuerzas de seguridad y estas impusieron varias multas.

Dentro del Gobierno de Israel, no predican con el ejemplo precisamente. La ministra de Protección Medioambiental, Gila Gamliel, ha dado positivo en coronavirus después de saltarse las restricciones y viajar hasta el Mar de Galilea -a 150 kilómetros de su casa en Tel-Aviv- para rezar en una sinagoga en el Yom Kippur. "Entiendo que en este período en el que es de gran importancia mantener la confianza del público en las instrucciones del Gobierno, es posible que cometiera un error de juicio y que hubiera espacio para actuar de manera diferente", ha reconocido tras retractarse por haber culpado inicialmente a su chófer de contagiarle el virus.