La lucha contra el covid-19 adquiere en Bolivia insólitas características carnavalescas. Para hacer cumplir las restricciones del Gobierno de facto, la policía se ha disfrazado de coronavirus. "Vayan a sus casas", le piden a la población unos agentes camuflados con la forma del virus. La llamada a los ciudadanos a volver a sus hogares es acompañada también con música. "Estamos haciendo ver que la situación es de peligro", le dijo a la televisión un uniformado, detrás de su mascarilla. "Los muñequitos buscan conmover", añadió. Hasta el momento, Bolivia ha contabilizado 107 casos de contagio, seis muertos y ningún recuperado.

El país andino tiene una informalidad laboral que en algunas ciudades llega al 80%. La economía, por lo tanto, se despliega en las calles. Los mercados involucran a familias enteras. El trasiego suele ser intenso y a lo largo del día. Pero la emergencia sanitaria ha limitado no solo la circulación sino la compra y venta en el espacio público. Los policías disfrazados van a esos lugares de aglomeración para pedir a los ciudadanos que se dispersen y cumplan el aislamiento domiciliario. "Soy el coronavirus", les alertan, como si se trataran de niños. Unos sonríen y hasta se hacen 'selfies' con los muñecos amarillos y violetas. Buena parte de los transeúntes acatan sin soltar palabra. Las "cepas" también piden a los ciudadanos que, al volver a sus hogares se laven las manos "de manera correcta" y como indican las publicidades en la televisión. Un 95% de las personas que viven en las ciudades tienen acceso al agua. Años atrás, solo un 60% de los bolivianos tenían ese derecho.

La infraestructura sanitaria de Bolivia es limitada y las autoridades temen que un crecimiento de los contagios, aun en escala moderada en relación a otros países, se convierta en un serio problema. "Equipos de guardia reducidos a solo tres o cuatro personas en los hospitales sostienen el sistema público de salud en medio de la emergencia", explica el diario paceño 'Página Siete'.