El sistema judicial es ante todo una competencia nacional» y «cada país de la Unión Europea tiene derecho a legislar su sistema jurídico de conformidad con sus tradiciones». El primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, no solo no cede en su pulso con las instituciones europeas sino que se reafirmó ayer en su defensa de la soberanía nacional. Y lo hizo nada menos que ante el pleno del Parlamento Europeo durante un debate que debía abordar el futuro de Europa pero que viró hacia la deriva autoritaria que vive el país desde la llegada al poder del partido Ley y Justicia (PiS) y el Estado de derecho.

La intervención ante el pleno se produjo tan solo dos días después de que la Comisión Europea abriera un procedimiento de infracción contra Polonia por una reforma judicial que considera que pone en riesgo la independencia de la justicia, la separación de poderes y los estándares democráticos de la UE. Los cambios, que ya entraron en vigor la pasada madrugada, obligan a jubilarse a 27 de los 70 jueces del Tribunal Supremo, al rebajar la edad de retirada de los 70 a los 65 años, incluida a su presidenta, Malgorzata Gersdorf.

Ayer Gersdorf, cuyo mandato de seis años no expira hasta el 2020, desafió al Gobierno polaco y acudió a la sede del Tribunal apoyada por muchos polacos que la recibieron entonando el himno nacional y gritos de «Constitución». «Mi presencia aquí no trata de política. Estoy aquí para proteger el Estado de derecho».

OTRO PUNTO DE VISTA / El Gobierno polaco, sin embargo, sostiene que «los jueces son ahora mucho más independientes» y «hay más objetividad y justicia» que antes. «Aquellos jueces que dictaban sentencias tan horrorosas en los años 80 están en el Supremo que defienden ustedes. El poscomunismo no ha desaparecido y seguiremos luchando a través de la reforma del Tribunal Supremo», avisó el primer ministro.

Según la visión expuesta por Morawiecki, la soberanía europea no puede implicar construir la UE a costa de los Estados miembros o las identidades nacionales. «En cuanto a valores, estamos en el mismo lado. Defendemos la misma perspectiva, pero no se pueden dictar las condiciones del Estado de derecho a todos los Estados miembros. Tenemos distintos sistemas y hay que tener en cuenta las diferencias», reivindicó el primer ministro, defendiendo las competencias exclusivas de los gobiernos en materia de justicia e interior.

Un canto a la nación que justificó en las reiteradas crisis a las que se enfrenta Europa y en que hay muchos ciudadanos desencantados por las dificultades para la integración europea. «Podemos cerrar lo ojos, mirar hacia otro lado y pretender que son unos pocos. Pero hay que mirar de frente y analizar por qué hay tantos europeos a los que no les gusta el camino por el que va la Unión Europea», reclamó. «Se puede llamar populismo, pero antes o después hay que hacer la siguiente pregunta: ¿cumplir las expectativas de nuestros ciudadanos es populista o es la esencia de la democracia?». Su discurso no convenció y el grueso de los grupos, todos salvo el de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) donde se integran los eurodiputados del PiS y la ultraderecha, arremetieron contra su forma de gobernar.

«La Europa del nacionalismo y el egoísmo no puede hacer realidad los deseos de los ciudadanos», le respondió el jefe de filas de los populares, Manfred Weber. «Someter a los jueces al poder político no forma parte de los valores que necesitamos, no es una cuestión de tradición. A mí me gustan las tradiciones, pero aquí hablamos de principios de nuestra comunidad», recordó el liberal Guy Verhoftstadt. «Tenemos un comisario que se atreve a decirles a los tribunales polacos lo que tienen que hacer. ¿Ese es el ejemplo de la separación de poderes», preguntó Ryszard Antoni Legutco (PiS). Significativamente, al debate no acudieron ni el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ni el vicepresidente Frans Timmermans, encargado hasta ahora de las negociaciones con Polonia.