Portugal cerró ayer la campaña para las legislativas del domingo con la certeza de una victoria del Partido Socialista (PS) del primer ministro, António Costa, que mejora los resultados del 2015 pero sin conseguir la mayoría absoluta, según los últimos sondeos. Por ello, el dirigente, que no se cansa de recordar el bloqueo político en España ante la imposibilidad de Pedro Sánchez de formar Gobierno, dedicó sus últimas intervenciones a alertar contra un Ejecutivo «con las manos atadas», su forma de decir que desea una menor dependencia de los partidos que le han dado apoyo parlamentario: el Bloque de Izquierda (BE) y la coalición de comunistas y verdes (CDU), la geringonça.

Acreditando una estabilidad política que es casi una excepción en las movedizas arenas políticas europeas y una sorprendente recuperación económica que le ha valido el aplauso de las instituciones financieras internacionales (las mismas que rescataron a Portugal en el 2011), Costa se dispone a recoger los frutos de una gestión que le ha permitido revertir parcialmente las políticas de austeridad sin comprometer la consolidación fiscal, algo de lo que pocos dirigentes pueden presumir. Y lo ha hecho con apoyo parlamentario de las fuerzas de la izquierda, una experiencia inédita en los más de 40 años de democracia portuguesa, y un buen entendimiento con el presidente de la República, el centroderechista Marcelo Rebelo de Sousa. Un círculo virtuoso. Los últimos sondeos no dejan lugar a dudas de que los portugueses van a premiar las políticas que les han sacado del pozo en el que les sumió la crisis financiera y el duro ajuste que luego impuso la troika a cambio del rescate. Con el respaldo de entre el 36,5% y el 38% del electorado en los sondeos, la victoria de Costa es incontestable. El dirigente le saca entre 8 y 10 puntos al centroderecha del Partido Socialdemócrata (SPD) de Rui Rio.

Las encuestas predicen también una subida del BE -anticapitalista como Podemos- hasta el 10% de los sufragios y el descenso hasta el 7% del otro aliado, comunistas y verdes. El partido animalista y ecologista PAN se convertiría en cuarta fuerza -pudiendo llegar a ser decisivos con cinco escaños- por delante de la derecha del CDS. Sin llegar a la mayoría absoluta, Costa se verá abocado a buscar un socio que no le pida entrar en el Gobierno, lo que sí ha insinuado el BE. Su líder, Catarina Martins, señaló hace unos días: «Los partidos que se presentan quieren gobernar porque para eso son las elecciones». «El Bloque es un partido con 20 años. Se ha hecho mayor y quiere poder», valora Margarida Pinto, subdirectora de la agencia de noticias Lusa. Un escenario que Costa rechaza frontalmente y que le ha llevado a advertir del riesgo de un «PS débil» ante un «BE fuerte» que conduzca a un escenario de bloqueo como en España que comprometa la estabilidad. A lo que Martins replica: «Estabilidad fue tener un acuerdo de izquierdas que señaló que no podía haber más recortes en los salarios y las pensiones».

ATAQUES ENTRE ALIADOS / Los ataque entre los aliados de la geringonça han sido una constante en una campaña en la que Costa, que inició su mandato como el gobernante antiausteridad y ha acabado como gran defensor de la ortodoxia fiscal «para protegernos de cualquier tormenta», ha robado uno de los grandes argumentos a la derecha. Solo el llamado caso Tancos, el robo de un arsenal militar hace dos años, ha caldeado el ambiente en los últimos días entre el Gobierno y la oposición.