Para la baqueteada prensa independiente de Rusia ha sido la gota que ha colmado el vaso. En una respuesta histórica y sin precedentes, las tres principales publicaciones rusas relativamente alejadas de posiciones progubernamentales -RBK, Kommersant y Védomosti- publicaron ayer un durísimo editorial conjunto en el que denuncian las irregularidades que han rodeado el arresto del reportero de investigación Iván Golúnov, en prisión domiciliaria bajo la acusación de tenencia y tráfico de drogas, además de encabezar sus ediciones con una idéntica portada presidida por un elocuente titular: Somos Iván Golúnov.

«No consideramos que la presentación, por parte de la investigación, de las pruebas sobre la culpabilidad de Iván Golúnov sea convincente. Por el contrario, las circunstancias de su detención sugieren nuevas dudas acerca de la posibilidad de que la ley haya sido violada durante el proceso de investigación», denunciaron conjuntamente. Con estas palabras, las direcciones de los tres medios liberales dan credibilidad a la versión de los allegados y jefes del encausado, quienes aseguran que las drogas fueron colocadas por las propias fuerzas de seguridad.

Los tres diarios exigieron además la «máxima transparencia» en todo lo relacionado con el caso y advirtieron de que seguirán «con gran atención el desarrollo de la investigación». Lo que le suceda al periodista «no es solo importante para los periodistas de Rusia, sino para toda la sociedad rusa», concluyeron.

Al clamor de la prensa independiente también se unieron algunas voces de los medios progubernamentales, como la de Irada Zeinalova, una presentadora del canal NTV, en su día pionero de la televisión independiente en este país, pero que cayo en la órbita del Kremlin en el 2001, al poco de llegar Vladímir Putin al poder, al ser absorbida su propiedad por el monopolio del gas Gazprom. «De nosotros depende qué país tendremos, si seremos ciudadanos o no», declaró la periodista a la BBC.