La intervención soviética en Praga desencadenó una represión en todas direcciones con su correlato de exiliados e inmolados en la calle como acción de protesta contra la ocupación. Aunque es difícil cuantificar los recursos movilizados por el Pacto de Varsovia, los soldados implicados no fueron menos de 200.000, la mayoría soviéticos, convencidos muchos de ellos de que participaban en una acción reclamada por los dirigentes checos para controlar la situación. Las fotos de agosto de 1968 muestran a jóvenes checos de la misma edad que los tanquistas enfrentados a ellos con las manos vacías.

Tony Judt considera que la normalización fue un éxito para el ala dura del partido. «La expulsión de miles de hombres y mujeres de cualquier cargo o empleo público o visible», según Judt, llevó a la población checa a abandonar «la vida pública, limitándose al consumo de lo material y al conformismo político». El número de firmantes reclutado por la 'Carta 77' una década después -solo 243- parece darle la razón; los menos de mil firmantes de 1987 abunda en el mismo fenómeno de desapego o desinterés político. Aun así, figuras como Vaclav Havel, Milan Kundera y Karel Kryl tuvieron un papel destacado en salvar del olvido la causa checa en los años que siguieron a la gran conmoción.

La represión estuvo tan perfectamente organizada y las purgas fueron tan eficaces que el impacto de las inmolaciones a lo bonzo se diluyó antes da acabar 1969. El primer opositor en quitarse la vida fue el polaco Ryszard Siwiec en la plaza de la República de Varsovia el 12 de septiembre de 1968. Pero los casos que más repercusión tuvieron en Occidente fueron los de Jan Palach, un estudiantes de 21 años que se prendió fuego en la plaza de San Wenceslao, en el centro de Praga, el 19 de enero de 1969; Jan Zajic, asimismo estudiante, que ardió en el mismo lugar el 25 de febrero, y Evzen Plicek, un reformista del partido consumido por el fuego el 9 de abril.

Jan Palach

250.000 exiliados

Un cálculo hecho sobre los datos acumulados entre 1968 y 1972 estimó que el exilio pudo sumar unas 250.000 personas. Esto explica en parte que la 'Carta 77' tuviera más eco fuera del país: muchos de los opositores más activos, instalados en Occidente -Francia, Suiza, Alemania, Canadá, Estados Unidos-, fueron los principales difusores de la herencia ideológica de la Primavera de Praga. Una frase de 'Cartas a Olga' (1983), de Vaclav Havel, refleja el desánimo que se adueñó de la oposición interior: «Estoy solo con el dolor y no tengo más remedio que saborearlo hasta el fondo. He estado cerca de la desesperación».

Nada y nadie quedó a salvo de la represión, la televisión volvió a ser un instrumento de propaganda, el emergente cine checo fue sometido a control -Milos Forman se acogió al exilio y adoptó la nacionalidad estadounidense-, el teatro y la música volvieron a la rutina del pasado. La obsesión por cerrar el paso a la música pop fue especialmente agresiva como si mediante un salto hacia atrás de la historia se pudieran repetir las escenas recogidas en 'Rebeldes del swing', la película que narra la persecución por los nazis de jóvenes atraídos por la música estadounidense -'chicos swing'- en la Alemania de 1939. Cuando todo terminó en 1989, una generación de creadores se había malogrado.

La solidaridad de la música

Los sucesos de Checoslovaquia desencadenaron la solidaridad de intelectuales y artistas occidentales. Muchas de aquellas muestras de apoyo a la Primavera de Praga se perdieron con el paso del tiempo, pero hace unos años se recuperó la grabación en directo que la BBC hizo del concierto en homenaje al pueblo checo que en septiembre de 1968, en el Royal Albert Hall de Londres, ofrecieron la London Symphony Orchestra, dirigida por Daniel Barenboim, y la muy joven -tenía solo 23 años- y extraordinaria cellista Jacqueline du Pré, esposa del director. La pieza elegida fue el ‘Concierto para cello’ de Dvorak, una partitura llena de energía y determinación en la que brilló la apasionada ejecución de Du Pré. A la gran artista le diagnosticaron esclerosis múltiple a los 28 años, hubo de dejar su profesión y murió víctima de la enfermedad a los 42. La especial solemnidad del momento puede