Pocas cosas dan tanta continuidad a la existencia norteamericana como los disturbios raciales que periódicamente resurgen en el país, espasmos de frustración y violencia que ponen de manifestó su incapacidad para dejar atrás el racismo que ha marcado su historia. Esta vez no es Ferguson, ni Baltimore, ni Milwaukee ni Charlotte. La tensión está concentrada en Minneápolis (Minnesota), donde por tercera noche consecutiva volvieron a arder docenas de edificios después de que miles de personas se echaran a la calle para protestar por el brutal asesinato a manos de la policía de George Lloyd, un hombre afroamericano de 46 años. Las autoridades trataron de calmar la situación arrestando al agente que acabó con su vida, pero las protestas empiezan a prender en otras ciudades.

El pandemonio en Minneápolis se extendió hasta altas horas de la madrugada. Una de las comisarías de la ciudad ardió como una gran pira funeraria después de que hubiera sido evacuada. No hubo que lamentar víctimas, pero fue uno de los más de 200 edificios incendiados o saqueados durante la noche, desde pequeños negocios de barrio a grandes franquicias como McDonalds, Target o Walgreens. Ni el trabajo de los activistas comunitarios que tratan de canalizar la frustración para que las protestas sean exclusivamente pacíficas ni el despliegue de 500 militares de la Guardia Nacional han logrado hasta ahora reconducir la situación, abonada por un incesante goteo de episodios de brutalidad policial hacia la población negra.

El alcalde demócrata de la ciudad, Jacob Frey, expresó su solidaridad con el "dolor y el enfado" de los manifestantes, pero también subrayó que lo sucedido en las últimas noches "es inaceptable". "Estos son los bancos que la gente utiliza para sacar dinero, las tiendas de las que dependen para alimentarse. Son esenciales para nuestra comunidad", dijo Frey. La tibia reacción de las autoridades no está ayudando a calmar las cosas. Aunque los cuatro policías que participaron en la muerte de Lloyd han sido fulminantemente despedidos, ninguno fue arrestado hasta bien entrado el viernes, cuando se detuvo a Derek Chauvin, el agente blanco que acabó con su vida incrustándole la rodilla en el cuello durante ocho minutos, completamente insensible a los gritos de "no puedo respirar" del detenido. La fiscalía le acusa de asesinato en tercer grado.

Excompañeros de trabajo

Lloyd no había cometido más delito que la sospecha de haber pagado con un billete falso de 20 dólares (18 euros) en una tienda. Y para acabar de complicar la situación, el Departamento de Policía de Minneápolis dijo el lunes que Lloyd "se había resistido a los agentes", una afirmación que desmienten los vídeos del suceso, como ha reconocido el alcalde. Su número dos en la ciudad ha informado este viernes de que Chauvin conocía personalmente a Lloyd. Ambos habrían trabajado juntos como porteros del mismo restaurante durante 17 años. "Fueron compañeros de trabajo durante mucho tiempo", ha dicho la teniente de alcalde.

Tampoco está contribuyendo a aplacar el vendaval la reacción de la Casa Blanca. Donald Trump no ha tardado en politizar la situación al criticar la "absoluta falta de liderazgo" de los demócratas al frente del estado y la ciudad, al tiempo que avivaba el polvorín racial con un lenguaje que arrastra connotaciones racistas en el léxico estadounidense. "Estos matones están deshonrando la memoria de George Lloyd y no permitiré que suceda", dijo en un tuit que según la red social "glorifica la violencia". "Cualquier dificultad y nosotros asumiremos el control, pero cuando comiencen los saqueos comenzarán los disparos", añadió a modo de amenaza velada. Trump explicó que, si las autoridades locales son incapaces de pacificar los disturbios, enviará a los militares a hacerse cargo de la situación.

Obama pide unidad

Y mientras tanto la indignación se extiende por otras capitales del país, desde Los Ángeles a Denver, pasando por Nueva York o Phoenix. La policía tuvo que sellar el parlamento de Colorado en Columbus después de que alguien disparara durante una manifestación hasta entonces pacífica, un incidente que desató las carreras y el lanzamiento de objetos contra las ventanas del edificio. En Lousville (Kentucky), siete manifestantes resultaron heridos de bala mientras protestaban por la muerte en marzo de otra afroamericana, que recibió ocho balazos después de que la policía irrumpiera en su casa con un orden para investigar un asunto de drogas. Las autoridades sostienen que el novio de Breonna Taylor, una paramédico de 26 años, disparó a los agentes; su madre ha declarado que nunca llamaron a la puerta y que el hombre que buscaban ya había sido detenido.

En medio de esta sucesión de abusos contra los negros, a la que hay que añadir el reciente asesinato en Georgia del veinteañero Ahmaud Arbery, perpetrado por dos de sus vecinos blancos, el expresidente Barack Obama hizo público un comunicado llamando a la unidad para acabar con el "legado de odio y tratamiento desigual" que "infecta nuestras instituciones o nuestros corazones".