Para vender un triunfo solo importa el resultado, no la letra pequeña. La victoria de Bernie Sanders en las primarias demócratas de New Hampshire por un estrecho margen sobre Pete Buttigieg (3.867 votos) le permite presentarse como el favorito para disputar la presidencia a Donald Trump. Es lo que ansían los republicanos. Lo consideran el rival perfecto para polarizar (aún más) al electorado, movilizar sus bases y lograr la reelección.

El primer problema de Sanders es su empeño por presentarse como un socialista cuando en realidad es un socialdemócrata europeo. En Estados Unidos, la palabra socialista equivale a comunista; es perfecta para que el actual presidente se lance a su yugular. El segundo problema es que moviliza a un electorado que solo le votará a él el 3 de noviembre, ni siquiera a Elisabeth Warren, que está en la misma frecuencia ideológica con algunos matices. Todo lo que no sea Sanders es Trump.

Sucedió en el 2016. Gran parte de sus votantes optaron por quedarse en casa antes que apoyar a Hillary Clinton. Suma más resentidos con los incumplimientos de Barack Obama que ilusionados con la revolución que propone. No podrá hacerla si no moviliza a millones de personas. Además de la presidencia necesita lograr la mayoría en la Cámara de Representantes y una supermayoría en el Senado (60 escaños). Algo que hoy es imposible: tienen 47.

Pero la letra pequeña es útil para comprender el mar de fondo. Nos indica que en Iowa y New Hampshire no se ha producido esa movilización. Sanders ha obtenido menos votos que en las primarias del 2016. Eso es malo para él y para el resto de los demócratas. Las redes sociales nos dicen mucho del seguidor medio de Sanders, dado a insultar a los demás candidatos, a los que tildan de vendidos, y a ver conspiraciones. Parecen necesitar un profeta, no un político.

Hasta el último minuto

Es indudable que al establishment no le gusta Sanders y desea pararlo. Lo tiene complicado. Es un aspirante con una red de apoyo nacional, heredera de la del 2016, y con dinero gracias a los donativos de sus seguidores. Estará en la pelea por la nominación hasta el último minuto. Va a ser un dolor de muelas para el aparato del partido, cuyo candidato, Joe Biden, está herido de muerte aunque logre repuntar en Nevada y Carolina del Sur. El supermartes del 3 de marzo lo puede sentenciar. ¿Será capaz de retirarse? ¿A quién irán sus votos? Otra muerta viviente es Warren. Tampoco pasará el corte del supermartes. ¿Irán sus apoyos a Sanders o se repartirán entre Buttigieg y Amy Klobuchar, como ha sucedido en Nuevo Hampshire?

El ‘establishment’

El establishment tiene más cartas además de Biden, dañado por un impeachment en el que ha sido protagonista indirecto por los negocios de su hijo. El principal es el billonario Michael Bloomberg. Tiene dinero a espuertas. Saltará a la carrera en el supermartes. Está inundando de publicidad los estados que van a estas primarias. Es agresivo con los excesos de Trump, afirma que Estados Unidos no se puede permitir cuatro años más, que la democracia está en peligro.

Trata de lograr el apoyo de latinos y afroamericanos con mensajes directos. En teoría, ambas minorías están con Biden, pero si comprueban que no le votan ni los blancos (Iowa y Nuevo Hampshire) pueden cambiar. Este es un terreno difícil para Buttigieg y Klobuchar. Parten de cero.

Voto centrista dividido

Ambos son la novedad, y eso les beneficia pero compiten con Biden y Bloomberg por el mismo segmento moderado de votantes. El voto centrista está dividido mientras que el progresista se concentra en Sanders. Una de las pesadillas sería llegar a una convención abierta (brokered) sin un candidato con los delegados suficientes (1.990), pero con Sanders y otro aspirante cerca de esa cifra, y que tenga que decidir el aparato del partido. Habría lío, sería bueno para Trump.

Otro tipo de estudios demoscópicos nos indican que un 60% quiere un candidato que derrote al actual presidente (Bloomberg empieza a subir en los sondeos) aunque no esté de acuerdo con él en todo. Cerca de la mitad decidieron su voto en New Hampshire en el último momento. Es lo que ha beneficiado a Klobuchar tras su gran actuación en el último debate; también fue hábil en su discurso tras conocer el resultado: dijo su nombre y se presentó a todo el país. Puede ser junto a Michael Bloomberg la candidata más peligrosa para Trump. Es empática y firme. Otra encuesta llena de humor indica que la inmensa mayoría de los demócratas prefiere la destrucción del planeta por la caída de un meteorito que cuatro años más de Donald Trump. No se hagan ilusiones: no hay meteorito salvador a la vista.