Hace apenas un año, Rusia y Turquía se hallaban al borde de la guerra, después de que la defensa antiaérea turca derribara un avión Sukhói ruso al que Ankara acusaba de haber violado su espacio aéreo. Doce meses más tarde, después de haber hecho las paces a toda velocidad, sus respectivos presidentes, Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan, dan señales de que serán ellos quienes definirán el futuro de Siria, contando marginalmente con EEUU o con lasNaciones Unidas, organización que durante el asalto a Alepo ha elevado el tono de sus denuncias contra la alianza formada porMoscú, Teherán y Damasco por los supuestos crímenes de guerra allí cometidos

Durante una visita oficial a Japón, el líder del Kremlin anunció la iniciativa diplomática. "El próximo paso consiste en lograr un acuerdo total de alto el fuego en todo Siria; estamos llevando a cabo negociaciones muy activas con los representantes de la oposición patrocinados por Turquía", ha asegurado Putin.

NEGOCIACIONES EN KAZAJISTÁN

El presidente ruso ha destacado también que él y su homólogo turco habían acordado que propondrían al régimen sirio y a la oposición respaldada por Ankara la celebración de una nueva ronda de conversaciones que no tendría lugar en Ginebra, sino en otro escenario, que según el mandatario ruso "sería Astana", la capital de la república exsoviética de Kazajistán. "Siempre que las partes enfrentadas se reúnan, ello es bueno para lograr una solución política", concluyó, dejando claro que la iniciativa correspondía solo a Turquía y a Rusia, aunque a la vez intentando capear la posible oposición del enviado de la ONU para Siria, Staffan de Mistura:"no competirán con las conversaciones de Ginebra, sino que las complementarán".

A la espera de que Donald Trump forme su equipo de Gobierno en EEUU, Rusia da por finiquitados sus tratos con la Administración Obama, con la cual algunos de sus ministros han tenido graves palabras de desdén durante el asalto a Alepo. Las conversaciones con Turquía pueden ser "mucho más efectivas que la infructuosa tertulia" con EEUU, llegó a declarar el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov.

El fallido golpe de Estado del pasado julio en Turquía ha logrado lo que parecía imposible hace un año, la reconciliación entre Erdogan y Putin. El primero se ha distanciado de Europa y EEUU al arreciar las críticas contra la represión posterior a la fracasada intentona. El apoyo de Washington a los combatientes kurdos tampoco era del agrado de Ankara. Esta incipiente alianza, eso sí, refuerza la presencia de Rusia en Oriente Próximo y la convierte en un poder emergente en la región.