El presidente turco preguntó: «¿El avión ya vuela, se puede comprar?». «Sí, sí se puede», respondió tras un largo silencio el líder ruso, a lo que siguieron risas de complicidad. Vladímir Putin y Recep Tayyip Erdogan escenificaron ayer en el Salón Internacional de la Aviación y el Espacio de Moscú su buena sintonía actual. El mismo día que el miembro euroasiático de la OTAN recibía su segunda batería antiaérea S-400 rusa, lo que ha provocado un duro enfrentamiento con EEUU, ambos mandatarios hablaron de ampliar su colaboración en programas armamentísticos.

«Desde el punto de vista militar, sí, hablamos de cooperación con el Su-57», confirmó Putin. El caza furtivo de quinta generación de la casa Sujói es el sucesor de los veteranos Mig-29 y Su-27, y la alternativa rusa al estadounidense F-35. Precisamente, la Casa Blanca anunció en julio que suspendía la venta de estos aviones a Turquía por haber adquirido sistemas antiaéreos S-400 en vez de los Patriot norteamericanos, lo que para Washington es incompatible con el despliegue de la OTAN y socava el compromiso de los aliados de no adquirir armas rusas.

EEUU descartó en aquella ocasión imponer sanciones al Gobierno de Erdogan, pero la compra de Su-57 podría suponer una nueva fase en sus dañadas relaciones. De hecho, el presidente turco también se interesó durante la feria por otros aparatos como el helicóptero de transporte Mi-38. Por su parte, Moscú encontraría un socio importante para este proyecto tras la renuncia en 2018 de la India por sus sobrecostes.

El acercamiento entre Rusia y Turquía en los últimos años ha sido propiciado en gran parte por la evolución del conflicto sirio. Lejos queda 2015, cuando Putin acusó a Erdogan de haber «apuñalado por la espalda» a su país con el derribo de un avión de combate ruso. En el encuentro de ayer ambos subrayaron su colaboración estos años, junto con Irán, para auspiciar los encuentros de Astaná entre la oposición y el Gobierno de Bashar al Asad, y Erdogan anunció una nueva cumbre entre los tres países observadores a mediados de septiembre en Estambul.

Una de las preocupaciones que transmitió Erdogan a Putin es frenar las oleadas «de cientos de miles de refugiados» que marchan a Turquía por la ofensiva del Gobierno sirio en la provincia de Idleb. El líder turco denunció que los bombardeos han matado a más de 2.000 civiles provocando una nueva crisis humanitaria, y recordó que «ya son ocho años de guerra» con su país como receptor de millones de exiliados.

El Gobierno de Bashar al Asad inició la pasada semana el asalto en esa provincia. Allí había a finales del pasado año entre 20.000 y 30.000 combatientes de una de las milicias de Jabhat Al Nusra, el brazo de Al Qaeda en el país árabe, según reconoció el jefe del Estado Mayor Conjunto de EEUU. Durante su ofensiva, las fuerzas de Damasco tomaron Jan Sheijun y cercaron un puesto militar turco con unos 200 efectivos.

Putin apoyó la propuesta de Erdogan de crear una «zona de seguridad para la República de Turquía en su frontera sur». «Será una buena condición para garantizar la integridad territorial siria», agregó el líder ruso, quien recalcó que Moscú apoyará «cualquier iniciativa destinada a reducir la escalada bélica en la zona».

Erdogan anunció que la ofensiva en el noreste contra las Unidades de Protección Popular kurdo-sirias comenzará «muy pronto». Estas milicias son el motivo por el que EEUU ha retrasado su retirada del país. El ataque supondría un clavo más en el ataúd de las relaciones con Washington.