La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) dio ayer un nuevo golpe sobre el tablero político alemán, pero si hay un vencedor de las elecciones en Brandeburgo y Sajonia este ha sido sin duda el sector más radical dentro del partido.

La desigualdad económica y la falta de contacto con el multiculturalismo han convertido el antiguo territorio de la Alemania oriental en un campo abonado para la extrema derecha. Desde hace seis años AfD ha sabido pescar en estos mares de frustración y ha convertido el este en su bastión. Ese fenómeno explica también que sea en esta región donde conviven los movimientos más reaccionarios del país.

Solo así se entiende que el partido haya elegido como líder en Brandeburgo a un personaje de corte autoritario como Andreas Kalbitz. Como ha destapado la prensa, en el 2007 el nuevo hombre de moda en el land que rodea Berlín asistió a un campamento de una organización neonazi prohibida y presidió una asociación cultural fundada por oficiales de las SS. «A la gente no le importa eso», ha llegado a decir. Ahora, con 46 años y un importante éxito electoral bajo el brazo, condicionará la vida política en la región. Brandeburgo fue el estado donde más ataques a refugiados per cápita se registraron en el 2017.

AfD también ha triunfado en Sajonia con 17,8 puntos de mejora. Ahí su líder, Jörg Urban, exmiembro de movimientos ecologistas, mantiene un perfil más bajo, pero la línea del partido es igual de dura. En su intento de destronar a la CDU de Angela Merkel, no han dudado en criminalizar el rescate marítimo de migrantes e intentar asociarlo al candidato conservador, Michael Kretschmer.

Esta nueva victoria afianza aún más los sectores radicales dentro de AfD y prepara el terreno para las elecciones en otro estado del este, Turingia, que se celebran el próximo 27 de octubre. Es ahí donde opera en estos momentos el enfant terrible del etnonacionalismo alemán, Björn Höcke.