En una de sus primeras acciones como presidente de Francia en el 2007, Nicolas Sarkozy bloqueó parte de las conversaciones de adhesión entre la Unión Europea y Turquía. Geográficamente hablando, dijo, Turquía no formaba parte del territorio europeo y, por tanto, no podía formar parte del privilegiado grupo.

La de Sarkozy no fue la única muestra de escepticismo sobre el posible ingreso en la UE de un país de población mayoritariamente musulmana. Desde el inicio de las negociaciones en 2005, la cancillera alemana Angela Merkeltambién se ha mostrado contraria a una completa adhesión. En el caso de que Turquía se convirtiera en un Estado miembro, sus diputados dominarían el Parlamento Europeo ya que sería el país más poblado de la Unión. Actualmente es Alemania que, con 80 millones de habitantes, disfruta del mayor proporción de escaños.

Diez años después, la postura del expresidente francés es un ejemplo más de las idas y venidas entre la UE y el país euroasiático, que lleva más de 50 años llamando a las puertas de la UE.

ETERNO CANDIDATO

Aunque Turquía solicitó formalmente entrar en la UE en 1987, no fue hasta el nuevo siglo, con el aumento de las reformas políticas, económicas y sociales -en 2004 se abolió la pena de muerte-, que se iniciaron las negociaciones oficiales.

No obstante, desde la puesta en marcha del Marco Negociador, el proceso ha quedado congelado. De los 35 capítulos que marcan los requisitos a seguir para ingresar en el grupo de los 28, solo se ha cerrado el de Ciencia e Investigación. El resto están abiertos o bloqueados.

En un artículo del 2013, Laura Batalla, analista política especializada en UE y Turquía, señala como causas del estancamiento la oposición política de Francia y Alemania, un cambio en la política exterior turca y el contencioso con Chipre.

ACUERDOS Y DESACUERDOS

Durante la presidencia chipriota del Consejo de la UE en 2012, escribe Batalla, Ankara se negó a contactar con Bruselas. Un periodo de tensiones al que siguió otro de visitas diplomáticas y entusiasmo por retomar las conversaciones.

Pero, de nuevo, otro obstáculo, esta vez en forma de críticas por la actuación del Gobierno de Recep Tayyip Erdogan frente a las concentraciones en la plaza Taksim de Estambul en 2013, símbolo de las protestas de parte de la población contra la deriva autoritariade Erdogan y la islamización de la política.

Tres años más tarde, en un nuevo acercamiento, ambas partes han reanudado el diálogo con la firma del controvertido acuerdo sobre la crisis de los refugiados. En el documento, Turquía se compromete a retener a los refugiados deportados desde Grecia a cambio de 6.000 millones de €, una aceleración en las negociaciones de adhesión y la posibilidad de que los turcos viajen a territorio europeo sin visado.

VUELTA AL PRINCIPIO

El fallido golpe de estado del 15 julio y las consiguientes purgas de Erdogan han desatado de nuevo los reproches entre Ankara y Bruselas. De forma simultánea, el distanciamiento entre ambos actores coincide con el restablecimiento de la “amistad” entre Turquía y Rusia.

La reunión entre Erdogan y Vladimir Putin en San Petersburgo es la culminación de un giro hacia oriente del país euroasiático que podría alargar más su ingreso en la UE, si aún quiere formar parte de ella.