Los cargos presentados por el Departamento de Justicia de EEUU contra 13 ciudadanos rusos y tres empresas de aquel país por interferir ilegalmente en el proceso electoral estadounidense han dejado sin munición al presidente Donald Trump para seguir insistiendo en que la trama rusa no es más que «un timo» o «una farsa».

Las 37 páginas de la demanda aportan toda clase de detalles sobre la campaña de intoxicación en internet que durante tres años se pilotó desde varias compañías con sede en San Petersburgo para generar «desconfianza hacia los candidatos y el sistema político en general» y dañar las opciones de Hillary Clinton. En algún momento de aquella cruzada propagandística, el FBI llegó a interceptar las comunicaciones de la trama. «Hemos tenido una pequeña crisis aquí en el trabajo: el FBI ha descubierto nuestras actividades (y no es una broma)», escribió en un correo, Irina Kaverzina, una de las operarias imputadas.

Las nuevas revelaciones de la investigación que conduce el fiscal especial Robert Mueller han provocado una firme reacción desde todos los estamentos políticos, empezando por el liderazgo republicano. «Estos rusos pusieron en marcha un ataque siniestro y sistemático contra nuestro sistema político. El anuncio de hoy subraya por qué tenemos que fijarnos en los hechos y trabajar para proteger la integridad futura de nuestras elecciones», ha dicho Paul Ryan, uno de los líderes conservadores en el Congreso.

Su respuesta deja todavía más aislado a Trump, quien no ha tenido reparos en enfrentarse a los servicios de inteligencia y al FBI para negar la existencia de la trama. «Rusia comenzó su campaña antiestadounidense en el 2014, mucho antes de que yo anunciara mi candidatura (…) La campaña de Trump no hizo nada mal. No hubo colusión», escribió el presidente en Twitter.

Esta nueva acción de la justicia es un golpe de efecto de Mueller. Cuando más centrado estaba el foco en la posible colusión entre la campaña de Trump y Rusia o las posibles maniobras de obstrucción del presidente, ha vuelto a situarlo en el punto de partida para enterrar las dudas que pudieran existir. La fiscalía desentraña con nombres y apellidos una campaña que incluyó los viajes a EEUU de dos de sus operarias para recabar inteligencia, el reclutamiento para la causa de activistas estadounidenses o la concentración de los esfuerzos de propaganda en los estados bisagra. La respuesta de Trump no acusa a Rusia ni ofrece medidas para contrarrestar sus acciones. «Es hora de frenar los extravagantes ataques partidistas, las alegaciones falsas y las teorías disparatadas, que solo sirven para beneficiar la agenda de los malos actores como Rusia», dijo.

En su implícito negacionismo coincide con Moscú. «No son más que chismorreos», ha dicho el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, quien se ha quejado del «mito irracional de la amenaza rusa» en Occidente.