Dos revoluciones políticas tan distintas como las de Donald Trump y Bernie Sanders han dado este martes un vuelco a la política estadounidense. El deslenguado y provocador magnate inmobiliario neoyorquino y el senador socialista de Vermont se han coronado en contundentes triunfos en las primarias celebradas en New Hampshire, cumpliendo lo que predecían las apuestas y a la vez haciendo añicos cualquier perspectiva de los aparatos tradicionales de los partidos de controlar la carrera hacia las nominaciones.

En el campo demócrata, la victoria de Sanders por más de 20 puntos sobre Hillary Clinton es la constatación de que hay todo un movimiento detrás del veterano político independiente de 74 años, que ha inyectado en las bases más progresistas y en los jóvenes una energía comparable a la que generó Barack Obama en el 2008. En sus propias palabras, que pronunció ante un entusiasmado público en el instituto Concord de la capital, "la gente de New Hampshire ha enviado un profundo mensaje a los aparatos político, económico y también mediático de que, ante las enormes crisis que enfrentamos como país, es demasiado tarde para seguir con lo mismo de siempre. La gente quiere cambio de verdad".

En el campo republicano, mientras, Trump recuerda que pese a lo incomprensible que pueda parecer para muchos, es más que un entretenimiento pasajero o un pasatiempo. Como Sanders pero desde otro extremo ha conectado con su lenguaje sin límites y su mensaje ultra y xenófobo con decenas de miles de ciudadanos que no sienten que la recuperación económica sea real (o de serlo les haya beneficiado) y que están hartos de Washington, la política y las instituciones o el poder del "gran dinero" en la política. Tras caer en Iowa por sorpresa ante Ted Cruz este martes en New Hampshire ha podido volver a su mensaje como de programa de televisión. "Vamos a volver a ganar otra vez, vamos a ganar tanto, vais a ser tan felices..."

MAZAZO A CLINTON

Nadie se puede tomar su triunfo, ni el de Sanders, a la ligera. El del senador de Vermont es un mazazo monumental para un monstruo de la política y del partido demócrata como Hillary Clinton, que salió de los caucus de Iowa con una pírrica victoria y tras la humillante derrota en el mismo estado donde en el 2008 fue capaz de plantar cara a Obama ahora camina como un animal herido hacia los caucus de Nevada el próximo día 20.

Aunque en su primer discurso Clinton ha asegurado que "lo importante no es si te noquean, sino si te levantas" y ha tratado de mostrarse vigorosa, su mensaje ha empezado a adaptarse inmediatamente al que ha convencido a los votantes de Sanders (ha llegado a hablar de sacar el dinero de la política, una declaración que ha provocado risas entre muchos votantes presentes en la fiesta del senador). Y aunque en la campaña de la exprimera dama apuestan por su mayor tirón entre votantes de minorías como negros y latinos, miran con preocupación la aparente fuga de voto de mujeres, y el altavoz que la victoria en New Hampshire da a Sanders, que según las encuestas de pie de urna convence mucho más al tercio de losdemócratas que consideran fundamental la autenticidad y honestidad del candidato.

KASICH, AL PRIMER PLANO

En el campo republicano, mientras, la preocupación del aparato del partido no debe ser solo la victoria de Trump por casi 20 puntos o el tercer puesto de Ted Cruz, el favorito del Tea Party que ya ganó en Iowa. La posibilidad de que uno de los dos llegue a ser el nominado alimenta fantasmas de que no se puedan ganar unas elecciones presidenciales en noviembre. Y aunque de New Hampshire ha salido muy reforzado gracias a su segundo puesto uno de los suyos al que sí ven opciones de unificar al país, el gobernador de Ohio John Kasich, pueden dar por desterrada la idea de definir pronto la carrera y la nominación.

El gobernador de Ohio, que se ha centrado en una campaña positiva y representa al ala moderada, sale reforzado para la próxima cita en Carolina del Sur el día 20 (aunque Cruz sea posiblemente el más favorecido en un estado donde pesan los evangélicos). Jeb Bush, pese a su cuarto puesto no va a tirar la toalla aún (algo que sí podría estar planteándose el gobernador de New Jersey, Chris Christie). Y Marco Rubio, vapuleado, se niega a rendirse. El joven senador de Florida ha recordado que los debates cuentan (su mala actuación en el debate del sábado podía haber sido un tropezón pero ha sido debacle, especialmente cuando las encuestas a pie de urna apuntaban a que le importó al 65% de los votantes). "No volverá a suceder", decía en su discurso.