Llevaban varios días ensayando para que todo saliera a la perfección. Decenas de tanques, sistemas de armamento antiaéreo y 10.000 soldados han desfilado este lunes por laplaza Roja de Moscú, cumpliendo con el ritual con el que anualmente Rusia conmemora la victoria de la Unión Soviética sobre la Alemania nazi. Este año, el Kremlin ha querido dar un especial protagonismo a las armas de nueva generación que están siendo empleadas en Siria, en particular al sistema de defensa antiaéreo S-400, con un alcance de600 kilómetros que, según los expertos militares, “cambia lasreglas de juego” en el país árabe, poniendo a la aviación de lacoalición internacional liderada por EEUU a tiro, e imposibilitando la implantación de una zona de no sobrevuelo sobre los cielos sirios. Todo un mensaje destinado a Washington y sus aliados.

Durante el discurso, el presidente ruso, Vladímir Putin, quiso hacer un especial énfasis en la necesidad de que el país disponga de un Ejército potente, en el que el Gobierno está invirtiendoingentes cantidades de dinero, pese a la dura crisis económica que atraviesa el país. “La conmemoración se ha convertido en la sagrada proximidad entre Rusia y su gente”, ha dicho el líder del Kremlin. “Y en esta unidad y lealtad a lamadre patria está nuestra fortaleza, nuestra confianza y nuestra dignidad”, ha continuado.

EL 'EJÉRCITO INMORTAL'

Al acabar el desfile militar, tal y como sucedió por vez primera el pasado año, cientos de miles de personas marcharon con los retratos de familiares que combatieron en la contienda -el denominado Regimiento inmortal- una novedad que llevó a muchas voces críticas a denunciar los intentos del Kremlin de“instrumentalizar” la efemérides, convirtiendo el Día de la Victoria “en un acto de lealtad a Putin y a su régimen”.

Aleksándr Orejov, cuyo padre, Kuzma Orejov, batalló con solo 20 años en el frente de Stalingrado, participó en el acto. “Mejor honrarle de esta forma que acudir al cementerio”, explica, con el cuello de la camisa adornado con la cinta de san Jorge, una antigua orden zarista restituída en 1992, tras la desintegración de la URSS y convertida en el símbolo de la conmemoración. Algunos rusos críticos con la política de Putin se quejan de la presión social que estos días suponen para ellos, en especial rehusar llevar en público la cinta de san Jorge. “No me gusta participar en actos que nos uniforman”, explica una profesora.