¿Un nuevo parche para salir del paso y superar la crisis actual a la espera de la próxima escalada bélica en el norte de Siria? Esta pregunta rondaba insistentemente por la cabeza de los observadores después de las más de seis horas de reunión que mantuvieron ayer en Moscú el presidente de Rusia, Vladímir Putin, y su homólogo de Turquía, Recep Tayyip Erdogan. Ambos mandatarios acordaron un nuevo alto el fuego que entraría en vigor al cabo de unas horas, en concreto a partir de la medianoche siguiente, además de crear una zona de seguridad alrededor de la estratégica carretera M4, que une las ciudades de Alepo con Latakia, ambas en manos del régimen. Patrullas conjuntas ruso-turcas velarán por la seguridad de esta importante vía de comunicación.

Los prolegómenos del encuentro no garantizaban que la cita culminaría con algún tipo de acuerdo, dados los recelos existentes. Ni siquiera estaba asegurado que hubiera una rueda de prensa tras las negociaciones, después de semanas de culparse mutuamente de no respetar acuerdos previos. Finalmente, Erdogan y Putin se avinieron a realizar una declaración conjunta, en la que no aceptaron preguntas, y emitieron un comunicado en el que se comprometen a «continuar» los esfuerzos para estabilizar la situación en la provincia de Idleb, la última en manos insurgentes y donde se apelotonan millones de sirios que han huido del Ejército de Asad.

«Rusia ha logrado uno de sus objetivos, que es el pasaje seguro a través de la M-4», valora para este diario Marianna Belenkaya, comentarista en temas de Oriente Próximo del diario Kommersant. El control de esta estratágica ruta ha sido uno de los motivos de los encarnizados combates de estas semanas, que han obligado a huir de sus casas a cientos de miles de personas.

Reuniéndose en Moscú y no en Estambul con la presencia de los líderes de Francia y Alemania, como era la idea original, los dos presidentes demuestran que continúan prefieriendo las componendas bilaterales por encima de los acuerdos multilaterales negociados con mediadores. Tal formato es defendido sobre todo por el Kremlin, sabedor de que cualquier participación foránea podria implicar la implementación de una zona de no sobrevuelo en el norte de Siria para evitar el bombardeo de objetivos civiles por las fuerzas del régimen y la aviación rusa, una idea que ha evocado la cancillera Angela Merkel durante los últimos días.

Por otro lado, el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, apoyó ayer en Zagreb la demanda turca para la creación de una zona de protección en el noroeste de Siria. «Si queremos poner fin a los bombardeos que amenazan a los civiles debemos crear una zona de exclusión en el espacio aéreo para evitar nuevos ataques», precisó.