El islam y la reciente crisis diplomática con Turquía han encendido el último debate entre el primer ministro conservador Mark Rutte y el líder de la ultraderecha Geert Wilders antes de las elecciones generales que celebran los Países Bajos este miércoles. Conscientes de que las encuestas les auguran unos resultados muy apretados, ambos políticos no han escatimado en duras críticas para intentar ganar votos. “Esta es la diferencia en hacer tuits y saber gobernar”, ha lamentado Rutte después que Wilders asegurase que él expulsaría al embajador turco del país.

En un tenso debate de 45 minutos que ilustra como estos comicios tienen una fuerte repercusión más allá de sus fronteras, el primer ministro ha asegurado que las respuestas de la ultraderecha a los complejos retos que afronta el país son una “mentira”. Así, Rutte ha remarcado que el pacto de la Unión Europea con Turquíaha permitido limitar la llegada de refugiados y ha criticado la propuesta de cerrar las fronteras y prohibir el Corán. “Nadie en este país cree ya en usted. El VVD no será quien aplique una política migratoria estricta ni reduzca los impuestos”, ha respondido Wilders, de quien se especula que ha participado en el debate con un chaleco antibalas por las amenazas de muerte que recibe desde hace años.

La relación entre los Países Bajos y la UE ha vuelto a tensar la discusión entre ambos líderes. Rutte, conocedor de que la mayoría de la ciudadanía apoya seguir siendo parte del club comunitario, ha querido esgrimir esa carta pero se ha topado con un Wilders muy combativo. “Entiendo que el señor Rutte sea un fan de Bruselas porque el miércoles si pierde las elecciones necesitará buscarse otro empleo”, ha ironizado. Para el emblema de la ultraderecha neerlandesa, la UE es responsable de la llegada de miles de refugiados musulmanes al continente.

CALMAR LA CRISIS CON TURQUÍA

Tras un fin de semana histérico y de alta tensión, la crisis diplomática abierta entre los Países Bajos y Turquía parece haberse relajado. Este lunes las palabras y los gestos han sido más medidos. “Aliento a los aliados que muestren respeto mutuo y que tengan calma y un enfoque medido que contribuya a desescalar las tensiones”, ha pedido Jens Stoltenberg, máximo responsable de laOTAN.

Después de que el presidente turco Recep Tayyip Erdogan acusase a las autoridades neerlandesas de ser “fascistas” por no permitir a dos de sus ministros dar mitines a favor del referéndum turco del próximo abril, las dos principales potencias europeas se han solidarizado con los Países Bajos. Alemania y Francia, dos países que este año celebran elecciones cruciales y en los que reside la mayor parte de los turcos expatriados, han dado la mano al primer ministro holandés Mark Rutte. La cancillera alemana Angela Merkel ha lamentado la “totalmente inapropiada” comparación de sus vecinos con los nazis.

La Comisión Europa también ha pedido calma y ha solicitado al Gobierno de Erdogan que "se abstenga" de "declaraciones o acciones excesivas". Erdogan, en cambio, ha insistido este lunes en los ataques a la UE y acusado a Merkel de estar "apoyando al terrorismo", palabras que un portavoz de la cancillera ha calificado de "aberrantes". "La cancillera no tiene intención de participar en un concurso de provocaciones", ha indicado Steffen Seibert.

HUELLA EN LOS CIUDADANOS

Más allá de las palabras, el choque ha dejado huella en una ciudadanía que el miércoles acudirá a las urnas para decidir su próximo Gobierno en unos comicios en los que la ultraderecha aspira a la difícil misión de obtener sus mejores resultados. “Ambos gobiernos lo han hecho mal”, critica Marteen, comercial de 31 años. Afectado por el eco mediático que ha tenido el discurso racista de Geert Wilders y que, cree, ha manchado al país, asegura que el líder ultra no será el más beneficiado de esta crisis. “Rutte es quien sale ganando. Ha mostrado mano dura y ahora los otros partidos se ponen a su lado”, cuenta.

La comunidad turca también se ha visto afectada. “Lo único que han conseguido es que más gente apoye ahora a Erdogan”, asegura Fatih, holandés de 27 años con raíces otomanas. Como el 85% de los turco-holandeses, su familia está absolutamente integrada pero al verse insultados por gente que no los acepta se han puesto del lado del presidente turco. “El Gobierno ha dado unas excusas de mierda y no han respetado la libertad de opinión. Esto parece una lucha de barro”, lamenta.