El oficialista Sadir Zhapárov, aupado al poder en la revolución de octubre en Kirguistán, asumió hoy la presidencia del país, tras ganar de manera aplastante las presidenciales de esa pequeña república centroasiática, según informa EFE.

"Mientras juro ante ustedes, comprendo que estoy asumiendo una gran responsabilidad. No es una responsabilidad simple", afirmó durante la ceremonia, citado por la agencia AKIpress.

En su discurso, lleno de referencias históricas, aseguró sentirse honrado de asumir esta responsabilidad, que comparte con sus compatriotas.

Y es que, según Zhapárov, quien redirigió al país del modelo parlamentarista al presidencialista, las elecciones presidenciales anticipadas de Kirguistán tuvieron lugar en "una época especial".

"Los últimos sucesos en el país, los procesos políticos, condujeron a esto. El miedo del pueblo ante el futuro fue mayor que al de la pandemia del coronavirus. Por ello, el pueblo se alzó y derrocó en las urnas al anterior gobierno", señaló.

Zhapárov, un nacionalista confeso de 52 años, sustituyó en el cargo a Sooronbai Jeenbekov, que dimitió tras los violentos disturbios de octubre pasado, la tercera revolución vivida por este país, considerado el más democrático de Asia Central, desde la independencia de la URSS.

El ascenso de Zhapárov fue meteórico, ya que antes de las fraudulentas elecciones del 4 de octubre cumplía once años de cárcel por secuestrar a un gobernador y participar en una revuelta popular en 2013.

Sin participar directamente en los disturbios postelectorales de octubre, fue el político que sacó mayor tajada de la revolución. En cuestión de días, Zhapárov fue liberado de la cárcel por la turba, absuelto por el Tribunal Supremo, nombrado primer ministro y después presidente en funciones del país.

Dimitió en noviembre para presentarse a las presidenciales, decisión cuya legalidad muchos ponen en duda, y desde entonces ha prometido combatir la corrupción, la influencia de los clanes y el crimen organizado.

Los analistas le consideran un consumado nacionalista. De hecho, acabó en la cárcel tras los disturbios a favor de la nacionalización de la mina de oro de Kumtor, propiedad de una compañía canadiense.

Coincidiendo con las presidenciales, Zhapárov convocó un referéndum y el 81,3% de los kirguises optaron por apoyar el retorno al sistema presidencialista que rigió el país desde la independencia hasta la revolución de 2010.

Algunos sectores consideran, al igual que Zhapárov, que la única solución a la sempiterna inestabilidad política de un país sin recursos energéticos es una presidencia fuerte como la de Rusia, donde trabajan la mayoría de emigrantes kirguises.

El parlamentarismo era el motivo por lo que muchas organizaciones, analistas y políticos en occidente consideraban a Kirguistán el país más democrático de Asia Central.