El que fuera conocido como enemigo público número 1, supuesto autor y superviviente de los atentados de París, regresa a Bélgica. Este lunes 5 de febrero a las 8.45 de la mañana está previsto que empiece el juicio contra Salah Abdeslam -y Soufien Ayari- en el Tribunal Correccional de Bruselas donde será juzgado por el tiroteo que protagonizó con la policía antes de ser detenido en marzo del 2016. Se enfrenta a 40 años de cárcel acusado de intento de asesinato en un contexto de terrorismo y de posesión ilegal de armas de fuego.

El procedimiento, que ya fue aplazado el pasado 18 de diciembre, podría posponerse de nuevo este lunes si el tribunal responde positivamente a la petición de su abogado, Sven Mary, de retrasar de nuevo el juicio debido a la decisión de última hora de la asociación V-Europa, que representa a víctimas de los atentados de Zaventem y Bruselas del 22 de marzo del 2016 -donde murieron 32 personas y 340 resultaron heridas-, de personarse como acusación civil.

Lo que es seguro es que comenzará bajo estrictas medidas de seguridad tanto en el interior del gigantesco Palacio de Justicia como en sus alrededores. No se podrá aparcar en las cercanías de este impresionante pero vetusto edificio de 1.530 puertas, la circulación en la calle adyacente estará cerrada al tráfico, centenares de policías y militares serán desplegados en la zona, helicópteros vigilarán desde el aire y todo aquel que desee entrar en el edificio será controlado.

CUATRO MESES FUGADO

Salah Abdeslam, fugado tras los atentados de París en los que fueron asesinadas 130 personas, fue capturado el 18 de marzo del 2016 cuando se escondía en casa de la madre de un amigo en el barrio de Molenbeek. Tres días antes había protagonizado un tiroteo con la policía belga y francesa cuando las autoridades se disponían a registrar un apartamento que creían vacío en la calle Dries del barrio de Forest.

Durante esta incursión policial tres agentes fueron heridos y murió otro supuesto terrorista, el argelino Mohamed Belkaid, que también habría jugado algún tipo de papel en los preparativos de los atentados de la capital francesa. Los otros dos ocupantes del piso -Abdeslam y Ayari, alias Amine Choukri- consiguieron escapar y esconderse en el denostado barrio de donde salieron algunos de los terroristas suicidas de los últimos atentados en Europa.

Según la investigación policial, Abdeslam formaba parte de la célula yihadista que atentó en París el 13 de noviembre del 2015 y sería el único superviviente de aquella masacre. Por causas que todavía no han sido aclaradas, al joven de 28 años no le habría funcionado el cinturón de explosivos que debía activar en las inmediaciones del estadio de Francia, en el barrio de Saint Denis, y lo habría dejado abandonado.

ENCARCELADO EN FRANCIA

Al día siguiente huyó regresando a Bélgica, según constataron pocos días después las cámaras de seguridad de una gasolinera, y desde entonces se convirtió en el hombre más buscado. Logró esquivar durante cuatro meses a la policía pero finalmente fue capturado. Poco después era extraditado a Francia donde ha permanecido encarcelado en aislamiento desde entonces en una celda de máxima seguridad de la prisión de Fleury-Mérogis.

Este lunes regresa a Bélgica -el juicio en Francia está previsto más adelante- para estar presente en la audiencia aunque cada día será trasladado -no se sabe si en furgón policial o helicóptero- desde el centro penitenciario Vendin-le Vieil, ubicado en el norte de Francia, donde estará recluido durante los días que se prolongue el proceso en Bélgica. Descrito por sus amigos como amante del fútbol, bebedor, fumador y jugador, como muchos otros jóvenes de su entorno se habría radicalizado en el barrio en el que también vivía uno de los presuntos cerebros del atentado, Abdelhamid Abaaoud, abatido a tiros por la policía francesa unos días después del atentado de la capital gala.

En un ordenador encontrado en una basura de la calle Max Ross de Schaerbeek, de donde salió la célula que atentó en Bruselas, los investigadores habrían encontrado una especie de carta-testamento que aunque no está firmada los investigadores atribuyen a Salah Abdeslam. En ella explicaría que el cinturón no funcionó correctamente pero que desearía pasar de nuevo a la acción y terminar el trabajo. Él, de momento, mantiene un absoluto y permanente silencio.